¿Dónde están los maestros de antes?

Sin preparación adecuada, será difícil que el educador recupere la dignidad que antes se le otorgaba a la docencia

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

De mis tiempos de escuela, recuerdo con especial cariño las entrañables lecciones de vida que mis compañeros y yo recibimos en el aula de la niña Aitza Morales.

Su extraordinaria vocación para la docencia y rigurosidad a la hora de exigir el mejor esfuerzo siempre fueron guiadas por un corazón lleno de ternura para sus chiquillos.

En sus lecciones no solo aprendimos a leer y escribir bien. También recibimos clases magistrales de valores que, muchos años después, todavía llevamos grabados en la mente.

Por eso, la niña Aitza se ganó el respeto de tantas generaciones de estudiantes en San Juan de Tibás, así como la admiración de muchos otros docentes y de los padres de familia.

¿Dónde están los maestros de antes?, me preguntaba mientras leía una reciente entrevista hecha por La Nación a Inger Enkvist, doctora en Educación sueca.

“Un profesor que no domina la ortografía no puede esperar que haya respeto hacia él”, afirma la especialista, quien considera que ese respeto se obtiene demostrando conocimiento y buenas prácticas.

Para ella, la clave de una enseñanza exitosa está precisamente en el docente y en la formación que este recibe para enfrentar la extenuante lista de desafíos de los tiempos actuales.

La pérdida de autoridad, la falta de capacitación para atender las necesidades de alumnos con condiciones especiales, la obsolescencia de las herramientas pedagógicas y la carencia de una ruta clara son una realidad.

Sin una preparación adecuada, será difícil que el maestro recupere la especial investidura que ostentaba en el pasado. Por ello, el primero llamado a llenar sus propios vacíos es el profesional.

También, el Ministerio de Educación Pública (MEP) y las universidades deben reaccionar con urgencia para actualizar la formación académica y práctica de los docentes.

Un estudio del Colegio de Licenciados y Profesores (Colypro) reveló que hay centros privados que tienen programas de estudio hasta con 40 años de desactualización.

¿Qué clase de egresado sale de estas universidades? ¿Qué capacidad tiene para enfrentar el apagón educativo que atraviesa el país? ¿Qué tipo de alumnos está formando?

Tengo el privilegio de conocer maestros que, con mística y pasión, caminan la milla extra todos los días. Ellos, y muchos otros, representan un tesoro que necesita ser cuidado y pulido en favor de los estudiantes.

rmatute@nacion.com

El autor es jefe de información de La Nación.