Don nadie dejó huella

Jair Bolsonaro fue durante varias décadas un cero a la izquierda

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Jair Bolsonaro fue, durante varias décadas, un don nadie en la política brasileña, un cero a la izquierda. Entró de rebote como concejal en el municipio de Río de Janeiro y luego su partido lo puso como candidato a diputado federal a mediados de la década de los noventa. En un Congreso repleto de partidos y políticos corruptos, raspó siempre lo mínimo para que volvieran a elegirlo, pero como en ese país no hay límites a la reelección, se dedicó a ser diputado profesional.

Como diputado, fue pizote solo, y no porque fuera adalid de causas justas, aunque impopulares. ¡Qué va! A lo largo de un cuarto de siglo se dedicó a alabar la tortura y la dictadura militar; a hablar pestes de las mujeres, los indígenas o las personas homosexuales, expresiones que lo aislaron como extremista e indeseable. En todo ese tiempo quizá presentó un par de proyectos de ley, o sea, un pizote no muy breteador. En resumen, su trayectoria se resumía en declaraciones escandalosas, pleitos y poco más.

A ese don nadie se le presentó en el 2018 una inmensa oportunidad política: convertirse en presidente de la República. Y la aprovechó. Podía ser un vagabundón, pero uno nada tonto. ¿Cómo es que se le presenta una oportunidad así a alguien como él? Hay toda una literatura académica al respecto, que recomiendo leer. Sintetizaría diciendo que un electorado muy molesto y harto de la situación política y económica imperante quería un “cambio”, y “cambio” fue lo que Bolsonaro prometió. La gran corrupción de los gobiernos del Partido de los Trabajadores y los escándalos que suscitaron, una profunda crisis económica, un sistema de partidos deshecho y las ambiciones de poderosos grupos económicos, que vieron las puertas abiertas para tener un gobierno favorable a sus intereses, abrieron las compuertas a un outsider, y Bolsonaro dijo “ese soy yo”.

La historia no acaba todavía de escribirse, pero hay una cosa clara. Ese don nadie lega un enorme daño a la sociedad brasileña y al mundo en general. Podía no tener capacidad de crear, pero sí de destruir. El asalto de las turbas bolsonaristas a las sedes del Congreso, la Presidencia y el Supremo Tribunal Federal —verdadero intento de golpe de Estado— es el capítulo más reciente. Moraleja: nunca debe subestimarse a una figura política, por más don nadie que sea. Es cuestión de abrirles una puerta... Y las democracias disfuncionales abren muchas puertas.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.