Días sin sol

El sol sale siempre, todos los días. Lo que sucede es que, en días de lluvia y nubarrones, no lo apreciamos.

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Estos últimos días han sido lluviosos, de bajas temperaturas, días sin sol. ¡Claro!, esto último es un decir. El sol sale siempre, todos los días. Lo que sucede es que, en días de lluvia y nubarrones, no lo apreciamos; no nos calienta y podemos mirar hacia el espacio sin temor a perder la vista. Ya es una ventaja mirar sin temor, lo que no siempre podemos hacer. Es que hay muchas clases distintas de días sin sol.

Lo cierto es que un día de estos me levanté, y todavía no sé por qué, miré por la ventana y expresé, sin pensarlo, que era un día hermoso, bello, a pesar de la timidez del sol que se había ocultado para impedir que lo viéramos. Entonces me acerqué a la máquina de escribir, con la que estoy escribiendo este artículo, mi vieja Underwood, made in USA.

De pronto me detuve y recordé una frase de Henry Miller, que dejó perdida en su primera novela, Trópico de cáncer —quizá pensada en un día como este— entristecido por no poder apreciar el sol: “¡Y escribir! ¿De qué sirve poner una palabra tras otra? ¿Puedo ser un escritor sin escribir, no es cierto?”.

El escritor. El que es escritor puede dejar de escribir y continuar siendo escritor. O puede dictar, que es escribir sin escribir. El que fue, y sigue viviendo, continúa siendo. No todo el que escribe es escritor, aun cuando la Real Academia diga otra cosa.

No es cierto que todo el que escribe es escritor, y menos, “el que tiene a cargo de redactar la correspondencia de alguien”; como no lo eran los escribas del antiguo Egipto, con habilidad para dibujar jeroglíficos, pero sin entender lo que significaban. Mantuvieron los sacerdotes de los templos a los escribas en total ignorancia para que no se enteraran nunca del mensaje que los grandes señores de la nobleza enviaban a la eternidad. Ni ellos ni nadie. Silencio que se mantuvo durante milenios hasta que apareció Juan Francisco Champollion descifrando la famosa inscripción de Rosetta.

Pero me desvío. Dije que era un día de lluvia y nubarrones y que hay muchas clases distintas de días sin sol y que, además, un escritor puede serlo sin escribir. Como también es cierto que alguien, sin ser escritor, puede escribir; pero al que así lo haga le puede suceder lo que les acontecía a los escribas del antiguo Egipto, como en mi caso, que no entiendo nada de lo que dejo escrito.

El autor es abogado.