Despiadado termómetro

Nunca había estado tan cerca de un homicidio

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No sé si lo estamos asimilando, pero vivimos entre balas. Cada vez es más frecuente la experiencia personal de un tiroteo. A mí me tocó la semana pasada. Sonaba apenas el timbre del almuerzo y los chiquitos salían de clase cuando se escuchó la balacera.

A 400 metros de mi casa, cayó muerto un barbero. Un muchacho hablaba con él y quedó herido. Los disparos volaron en diagonal a la iglesia y a la escuela, frente al Palí. Pude haber estado ahí. De milagro nadie más perdió la vida, a escasos 500 metros de la estación de Policía.

Nunca había estado tan cerca de un homicidio. En Concepción de La Unión, hace unos años, no se habría hablado de nada más durante semanas. Habría sido la tragedia del año. Ya no. No se habla del tema. Hemos perdido la capacidad de asombro frente al crimen. Se volvió moneda de curso en la vida cotidiana del costarricense.

Nos estamos insensibilizando. Solo casos especialmente dolorosos despiertan alarma y mueven al dolor. Pienso en la familia de Samuel, caído mientras dormía, bajo el fuego de una bala perdida que salió del gatillo, al parecer, de un quinceañero. No hay palabras.

En estas realidades bochornosas no cabe la cansina nostalgia del pasado. Mi hermano salía a andar en bicicleta por el barrio. Mis hermanas y yo íbamos a pescar olominas al riachuelo que corría por el Franco. Esa Costa Rica se nos escurrió entre los dedos. Ya no está. Se fue. Quedó solo en recuerdos inverosímiles para nuevas generaciones.

Ni siquiera duele. Forma parte de la penosa resignación de la oración de la serenidad. Cuando se entiende que el delito tiene origen multifactorial, queda claro en nuestras mentes que la balacera cerca de mi casa fue uno de tantos tubos del embudo por donde se cuelan todas nuestras indiferencias. Somos desertores de promesas democráticas cada vez más incumplidas. Somos la sombra de nuestra propia sombra, cada vez menos capaces de asegurar siquiera el derecho humano a la vida. Tan simple, tan elemental, tan tradicionalmente nuestro.

No voy a preguntar en qué nos estamos convirtiendo. La pregunta es en qué nos hemos convertido. La pérdida de seguridad ciudadana es el más despiadado termómetro de una sociedad. Ya no somos excepcionales. El crimen nos está igualando a entornos que creíamos distantes. Es una realidad que cuestiona nuestras pretensiones.

vgovaere@gmail.com

Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.