De cacería

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La alianza sindical Bussco ha decidido activar una campaña que, aunque novedosa y en apariencia inocua, se vincula con esa larga y nada ejemplar tradición histórica llamada cacería de brujas.

La táctica no consiste en salir de noche con antorchas a quemar mujeres poseídas por el Maligno o decapitar nigromantes alineados con el más allá. Ya no estamos en el medioevo. Su método huele a posmodernismo: “deconstruir” las posturas de un diputado, reconstruirlas maliciosamente en costosas vallas publicitarias, ubicarlas en ruta hacia su casa y, así, presionarlo para que cambie de posición, se alinee con la Verdad y deje tranquilos los intereses de sus agremiados.

A simple vista, no hay motivo de inquietud. Bussco solo ejerce la libertad de comunicar, y sus falaces argumentos no están lejos de otros frecuentes en el debate público. El asunto, sin embargo, revela una inquietante faceta.

El diputado Mario Redondo, blanco de los ataques, no es precisamente un querubín político. Tiene vasta experiencia, es un maestro de las negociaciones y artilugios parlamentarios y ha convertido en arte el uso del control político para generar atención mediática. Es decir, sabe defenderse solo, y así como puede activar esos recursos para impulsar su conservadurismo evangélico –del que discrepo– ahora los está usando en pro de un bien público: la eliminación de costosos privilegios gremiales.

El gran problema es que cuando un grupo poderoso, no importa su filiación, lanza una ofensiva tan sistemática contra una persona, a sus vallas manipuladoras añade agresiones verbales en la barra del plenario y a estas amenazas implícitas en su contra, la comunicación roza el ámbito de la extorsión y esta el de la agresión.

Presumo que hasta ahora, y contrario a lo que busca, el mayor logro de Bussco ha sido elevar el reconocimiento popular de Redondo, reforzar su imagen de cruzado contra las gollerías y generar más simpatías que rechazo. Pero las vallas parecen apenas el principio. El riesgo está en lo demás. Una cosa es polarizar el debate, algo de sobra conocido y que, aunque reprensible, forma parte del ejercicio democrático. Otra es exacerbar los ánimos contra un individuo y convertirlo en blanco de iras inducidas que pueden generar agresión. En esto consiste la cacería de brujas. Y no importa su método, es inaceptable.

(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).