‘Cul de sac’

Me pregunto si en la política costarricense no hemos entrado en un callejón sin salida, en francés ‘cul de sac’

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Un cul de sac es, traducido a un español elegante, un callejón sin salida (la traslación literal del francés se la podrán imaginar y, si no, la dejo de tarea). Se emplea en el urbanismo para denominar las calles o carreteras que tienen solo un punto de entrada y de salida. Tienen como efecto cortar la conectividad del tejido urbano, creando comunidades aisladas y barreras al movimiento de personas y mercancías. De hecho, un cul de sac hasta tiene su propia rotulación internacional.

El concepto era demasiado jugoso como para permanecer recluido en los escritorios de arquitectos e ingenieros. Otras disciplinas del saber, especialmente aquellas que analizan la política, lo adoptaron para describir situaciones en las que la salida a una serie de conflictos y problemas no está para nada clara y en las que las partes, cada una empujando para su saco, avanzan poco o nada en construir una solución. En la pugna van, más bien, cavando un hoyo que se va tragando a todos, conviene a pocos y del que, cada día que pase, les va a costar más salir.

Me pregunto si en la política costarricense no hemos entrado en un cul de sac. Vean ustedes: el gobierno insiste en ciertas batallas y una estrategia de comunicación confrontativa, apelando a representar los intereses del pueblo. Sin embargo, a las puertas de iniciar su tercer año de administración, se debilita con rapidez.

Cada vez más pierde fichas, comete equivocaciones de política pública y de conducción política, no logra dar entregas de bienestar a la población y su popularidad cae. Por su parte, las oposiciones han descifrado el juego gubernamental, le dan en la jupa y meten sal en las heridas (es siempre más fácil ser oposición que gobierno), pero no logran tampoco inducir al gobierno a virar su estrategia política ni sus políticas públicas.

Parece un impasse clásico: unos y otros quieren, pero no pueden, y nadie tiene capacidad para imponer una salida del atolladero. Se trata de un equilibrio político inestable y peligroso. Sin embargo, los problemas de fondo del país, pese a la mejora macroeconómica, siguen acumulándose sin remedio y, por cierto, no esperan a que san Pedro baje el dedo. Como en río revuelto ganancia de (otros) pescadores, parece indispensable sentar bases mínimas de cooperación para redirigir la caravana de la política. Espero que, por lo menos en materia de seguridad ciudadana, ello ocurra.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.