Cortocircuitos en el MEP

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Lamento mucho que estas líneas añadan más sombras al llamado apagón educativo; no obstante, deseo espantarlas uniendo mi esperanza a la de nuestro poeta Isaac Felipe Azofeifa, y decir como él que “nunca se pone más oscuro que cuando va a amanecer”.

La oscuridad que se cierne sobre la educación se combina con una niebla tan espesa que habremos de necesitar muchas linternas para orientarnos mientras buscamos la salida. Quizás si señalo con espíritu constructivo dos cortocircuitos muy específicos, sea posible determinar en cuál punto del cable eléctrico saltan las chispas, a fin de no prolongar el apagón.

Me refiero a las tenebrosas sombras que descendieron sobre la Dirección de Infraestructura Educativa (DIE) y la tiniebla que ha caído sobre las pruebas de idoneidad que deben realizar los docentes que aspiren a una plaza en propiedad en el MEP.

Infraestructura del MEP

Respecto de la DIE, la oscuridad es tanta que en el transcurso de 15 años tropezaron y cayeron 8 directores. Unos dieron pasos a tientas por pocos meses; otros, semejantes a búhos, acostumbraron sus ojos a las sombras de la inoperancia hasta que la rama que los sostenía cedió; y unos pocos, con una mortecina linterna y entusiasta voluntad, quisieron poner orden en la penumbra.

No obstante, una lobreguez más densa y viscosa se había concentrado en las paredes y oficinas de la DIE, y se condensaba en muchos funcionarios en forma de cinco patéticas conductas: “Temerosos, conflictivos, despreocupados, sin compromiso y desmotivados”. Así los describió la Auditoría Interna del Ministerio de Educación en el 2019.

Me espanté de tales calificativos y me resigné a darlos por veraces, pues una auditoría analiza, verifica, comprueba y concluye si un hecho o procedimiento se desarrolla de acuerdo con lo estipulado. En consecuencia, los daños y colapsos de aulas, techos, paredes, servicios sanitarios e instalaciones eléctricas en las escuelas y colegios son el resultado no solo del deterioro natural de las cosas, sino también de la indiferencia y la desgana individual y administrativa de la DIE.

El director, que presurosamente acaba de renunciar, abandonó la jefatura aduciendo “problemas de gestión”, “falta de seguimiento” y “proyectos que están desatendidos”. Esto, más que un apagón, es el más completo oscurecimiento de una dirección a la que se la ha confiado la construcción y el mantenimiento de las moradas donde los docentes se afanan por difundir conocimientos y los niños y adolescentes, por aprender.

Pruebas de idoneidad

Miro ahora hacia la otra herida del cable donde la reparación del cortocircuito está aplazada con gran peligro de que explote en una crepitación de luces y sombras profesionales. Son las pruebas de idoneidad que deben rendir los educadores.

En términos generales, idoneidad significa que una persona posee la aptitud y la capacidad para desempeñar una profesión u oficio. Por ejemplo, provocaría la risa a quienes me conocen si declaro mi capacidad para desempeñarme en una ocupación tan extraña para mi desabrido temperamento como lo es la de animador de actividades, y, en el caso de la docencia, la idoneidad de un educador debe ser examinada y comprobada, en vista de que será actor en el más importante acto de la sociedad: educar a sus miembros.

Un docente que obtuvo su formación profesional en una universidad, sea pública o privada, tendría muchas dudas acerca de su idoneidad y del centro de enseñanza donde obtuvo su título si mira estas evaluaciones como se ve una señal de alto en una calle, porque debería estimarlas como el peaje de conocimientos que se debe pagar para conducir su vocación por una carretera que él mismo ayudará a pavimentar.

Un título profesional adquiere su valor intrínseco cuando las letras que lo acreditan están escritas con la tinta de los conocimientos alcanzados, y no solo con los trazos de unos cursos insuficientes y descuidadamente impartidos.

En este sentido, las pruebas de idoneidad para los futuros educadores no deben retrasarse, porque con la postergación se corre el riesgo de apagar las luces de la poca calidad que queda en las aulas.

Estos últimos meses me he fatigado intentando trepar el muro de silencio que levantó el Ministerio de Educación Pública, con la esperanza de alcanzar una altura desde la cual atisbar algunos resplandores que me orienten sobre la dirección que tomaron sus estrategias; sin embargo, para mi desgracia, solamente veo dos ventanas oscuras en los aposentos de la DIE y de las pruebas de idoneidad.

alfesolano@gmail.com

El autor es educador.