Cómo las comunidades digitales pueden mejorar la educación

La mayor parte de los procesos de la enseñanza se beneficiarían si tuvieran en consideración la existencia de las redes

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La juventud pasa rápido. No lo digo en el sentido tradicional de la expresión, ¡cuando nos vemos un día en el espejo y nos damos cuenta!, sino por la velocidad e ímpetu con que se mueven sus afectos, actos y decisiones.

Cuando una es docente, lo atestigua cotidianamente, pero, en mi caso, nunca tanto como el semestre que tuve entre mis estudiantes a una emo, un skinhead, una cosplayer y un bailarín callejero. ¡Con cuánta rapidez y vehemencia actuaban en el aula cuando se sintieron libres!

Establecer relación entre las categorías teóricas y las manifestaciones de la subcultura que actuaban se volvió más fácil e interesante. El conocimiento empírico estaba en sus manos y eran sus pares quienes inquirían, bajo mi guía. ¡Fue como tener un semestre en un mundo tiktokero, donde al tiempo que vivido era interpretado!

El impulso y la propensión al cambio, propios del proceso de madurez, adquieren, en los últimos tiempos, un ritmo distinto, marcado por las redes sociales —que deja una profunda impresión en sus gustos, sueños y deseos—, aunado al hecho de que las metas por las cuales luchar, el sentido de pertenencia y la confianza en el futuro se tambalean por el deterioro de la institucionalidad y el aumento del odio social que empuja ese “primero mis dientes, después mis parientes”, que me expresó un alumno para razonar sobre las traiciones entre sus pares.

TikTok

Si usted se dedica a la docencia, la administración o la planificación educativa, si investiga, diseña currículos y programas para cursos, conocer los referentes culturales del estudiantado, indagando en las redes, es una buena idea.

Dentro de la gran cantidad de plataformas, la principal es TikTok, según un estudio de Porter Novelli, denominado Navegando la cultura digital Z (personas de entre 13 y 28 años) para Costa Rica, publicado el año pasado. Más de la mitad de los usuarios corresponden a esta generación.

Otros resultados muestran que ser de la gen Z es buscar la originalidad, cambiar hasta 10 veces por hora de plataforma, debido al deseo de contenido fresco, visitar las redes 30 veces al día, comentar más y dar más likes que los millennials (los que tienen entre 27 y 42 años).

El sondeo afirma que el mayor interés está en sus valores y en el intercambio con los demás. La mayoría aprecia más la conversación en las redes que los likes, por lo que, para comunicarse con gente de esas edades, es necesario un diálogo franco de escucha y habla, aprovechar los micromomentos y las experiencias personalizadas y escoger la colaboración que los involucre y dé sentido de conexión y propiedad, según recomiendan.

La mayor parte de los procesos de la enseñanza, desde preescolar hasta la universidad, incluidas la pública, la privada y la mixta, se beneficiarían si tuvieran en consideración la existencia de las redes, y, en particular, a TikTok y su naturaleza llena de estímulos visuales y auditivos de diferente tipo, que abarca una enorme cantidad y diversidad de información, y facilita la relación entre pares.

Es decir, que quienes llegan a nuestras aulas utilizan, disfrutan y sufren la urgencia, los colores y los chisporroteos que llegan a la pantalla y sacuden sus cuerpos y cerebros.

Labor docente

Parte del contrato de ser docente es cultivar nuestra pasión por la enseñanza, así que, en vez de satanizar su uso, miremos las redes como una oportunidad para conocer a su población y aprender cómo hacer las cosas mejor.

No significa que cada clase tenga que ser un carnaval para no cansar a los estudiantes que, por el contrario, deben aprender a tolerar los aspectos aburridos o desagradables de la vida. Pienso, más bien, que dicha red nos puede inspirar para cuestionar cierta solemnidad con la que nos tratamos por ejercer la docencia, la rigidez de opiniones que les transmitimos, la lejanía del trato y las pocas herramientas que ofrecemos para que aprendan a pensar.

Como docentes, podemos hacer valer la autoridad que nos otorgan el cargo, los títulos y el conocimiento, y, al mismo tiempo, pasarla, por lo general, muy bien durante el trabajo, convidando al estudiantado el entusiasmo, el despertar del intelecto y el atreverse a hablar con sinceridad, y a descubrir los incentivos, la variedad y la interacción que todo proceso educativo tiene el potencial de contener.

Tomemos en cuenta las pistas que las redes dejan para encontrar mejores diálogos en el aula, como el hecho de que buscan ser originales: hagamos tareas en el aula que les permitan ejercitar su creatividad, pero también para no olvidar que estamos frente a sentimientos que han sido ya descritos en trabajos académicos, como el de la psicoanalista argentinocostarricense Mónica Vul Galperín: aburrimiento, inseguridad, tristeza, desinterés y desesperanza.

Asimismo, tengamos en consideración que navegar en las redes ilustra algo de los vínculos familiares, escolares, comunales y de amistad, que no sostienen lo suficiente como para amarrarse a la vida sin tanto vaivén emocional. Es probable que el uso repetido de estos medios evidencie lo sola que está la gente.

Lo que la juventud gana en las plataformas puede traducirse sin mucha dificultad en términos pedagógicos para un aula: fortalecer y garantizar el derecho de cada docente a dar su opinión (razonándola), estimular para que los alumnos digan lo que piensan (guiándolos para que aprendan a sustentar sus ideas), promoviendo un clima de respeto frente a las diferencias, fomentar el diálogo entre pares (con ejercicios de análisis durante las clases, donde ejerzan su protagonismo con la mentoría docente), incorporar la realidad del estudiantado (con ejemplos de sus contextos, puestos por ellos mismos, en relación con la materia vista) e incorporando al aula sus conocimientos y gustos extracurriculares.

Educación amable

Sacar el aula usando varios escenarios, como en TikTok, es explicar sobre combustibles teniendo como ejemplo una calle transitada, discutir acerca de la muerte en el cementerio, hacerlos hablar de matemáticas en un parque que presenta a quienes transitan como cantidades, magnitudes y propiedades.

Hagamos que el proceso pedagógico los forme integralmente y que incluya una ética que, como explica la filósofa española Ana de Miguel, conlleva los límites que nos ponemos frente a otras personas y, en esto, las redes son una herramienta que ayuda al análisis y manejo del odio que corre en ellas.

Claro que se requiere un mundo de vocación y perseverancia, pues junto a los estudiantes dedicados hay indiferentes, agresivos y malintencionados. Se necesitan condiciones físicas del centro educativo, tiempo y libertad docente, y capacitaciones pedagógicas que les permitan este tipo de mediaciones.

Pero nada impide que, en medio de las dificultades y la rapidez de la niñez y la adolescencia, hagamos una parada para que la educación sea aquello que vivió y en lo que tanto insiste la escritora Emilia Macaya Trejos: una vivencia de buena voluntad, donde lo común son las personas. Una educación, como dice ella, amable.

Nota de la autora: no es tema de este artículo la necesaria discusión sobre los perjuicios de dicha red y que están siendo discutidos, por ejemplo, en un artículo publicado recientemente en este medio.

isabelgamboabarboza@gmail.com

La autora es catedrática de la UCR y está en Twitter y Facebook.