Cómo encaminarnos hacia una educación integral

Principalmente un ensayo de Jacques Delors, expresidente de la Comisión Europea, brinda pautas para superar el viejo paradigma educativo

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El educador y pensador mexicano José Antonio Lozano afirma que para afrontar los desafíos del siglo XXI es indispensable superar el viejo concepto de la educación, que concibe la enseñanza reduciéndola a formadora de habilidades y transmisora de conocimientos.

Aunque se da por descontado que una buena educación comprende estos dos fundamentos, estos principios por sí solos no son suficientes.

Para que el edificio educativo se sostenga sobre cuatro columnas, dos más deben sumarse: la formación de actitudes y una adecuada cosmovisión que ofrezca al educando una sana identidad.

En su ensayo sobre los pilares de la educación, Jacques Delors, expresidente de la Comisión Europea, desarrolló una noción similar, para lo cual determinó que los cuatro pilares los constituyen aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser.

El ensayo de Delors es el resultado de un estudio sobre la educación para el siglo XXI que la Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, las Ciencias y la Educación (Unesco, por sus siglas en inglés) le solicitó en 1996.

Delors entregó un informe titulado “La educación resguarda un tesoro”, donde señala que la educación es depositaria de las herramientas para generar en el mundo valores fundamentales como lo son la equidad social, la libertad y la paz.

Placer y conocimientos

La educadora española Anabel Moreno resume los cuatro pilares educativos de Delors. Explica que, para Delors, aprender a conocer es ejercitar los instrumentos del saber a fin de que el educando obtenga placer en adquirir conocimientos.

La idea fundamental es que el alumno se motive a investigar, profundizando en las materias para las que tiene vocación.

En síntesis, mecanismos que incentiven el pensamiento crítico, que implica también la avidez por el acervo intelectual y entender así el entorno de mejor manera.

El objetivo final es que el individuo sometido al proceso educativo procese la información que obtiene mediante sus propios criterios y enriquezca su cultura general, procurando no convertirse en lo que Ortega y Gasset llamó un bárbaro especialista, “el cual cada vez conoce más, pero de cada vez menos, hasta saberlo casi todo, pero de casi nada”.

En palabras de la profesora Moreno, “la cultura general enriquece la especialización en un área concreta, pues las mejores ideas surgen de la interacción con un entorno rico. Del mismo modo, favorece la colaboración entre asignaturas o materias”.

En su ensayo, Delors ya identificaba el serio problema de la exposición infantil a un entorno audiovisual frenético, algo que se ha agravado exponencialmente a raíz del gran alcance de la internet.

Moreno lo expresa de esta manera: “Es el entorno en el que multitud de informaciones superfluas pasan por la mente del niño sin dejar huella, por lo que el antídoto contra la superficialidad consiste en ejercitar la atención, la memoria y el pensamiento”.

Formación de habilidades

Delors sugiere seleccionar qué deben memorizar los alumnos y a qué deben poner atención, sin suprimir del todo la memorización de cierta información que es fundamental como herramienta del conocimiento y la cultura, pues aprender a conocer es esencialmente organizar las estrategias indispensables para adquirir nuevos conocimientos o ampliar los que se poseen.

La segunda columna del proceso educativo, Lozano la define como formar habilidades y Delors, como aprender a hacer. Básicamente, consiste en la capacidad de dar utilidad a los conocimientos adquiridos, adaptando la enseñanza obtenida a las necesidades sociales y del mercado.

En la realidad del siglo XXI, aprender a hacer, como señala la docente Anabel Moreno, abarca una serie de competencias para “saber comportarse socialmente, comunicarse adecuadamente, trabajar en equipo, solucionar conflictos, tener iniciativa o asumir riesgos”.

Como anteriormente cité, el tercer fundamento de la buena educación Lozano lo define como la formación de actitudes y Delors, como el aprendizaje de la convivencia.

Para el segundo, es posible una educación para la armonía social en un entorno que estimule la convivencia entre personas de diferentes razas, capacidades, condiciones socioeconómicas y formas de pensamiento, todo a partir del fomento de determinados objetivos y proyectos conjuntos, “donde los niños tengan las mismas oportunidades y herramientas para entenderse como iguales”.

Convivencia multicultural

Para la convivencia intercultural, afirma Delors, es de particular trascendencia el conocimiento adecuado de la geografía, la historia, el arte y los idiomas extranjeros.

La cuarta columna Lozano la define como la formación de una adecuada cosmovisión que brinde una sana identidad al educando, y Delors la denomina de una forma más lacónica, como aprender a ser.

En otras palabras, la educación debe contribuir a forjar la cultura humana y social, lo que significa colaborar con el desarrollo integral de la persona, a lo cual deben contribuir también el hogar y la formación espiritual.

Cultivar el sentido estético y la cosmovisión que posibiliten un acercamiento a las grandes respuestas existenciales del ser humano, como lo son las preguntas sobre propósito, destino e identidad.

En síntesis, para Delors, en el desafío de aprender a ser y abrazar una cosmovisión que forme la identidad, es vital todo aquello que también aliente la espiritualidad y hasta la cultura plástica a través de la “revalorización del arte, de la poesía y de la cultura oral, de tal forma que fomentemos la creatividad y la imaginación”.

fzamora@abogados.or.cr

El autor es abogado constitucionalista.