Como el cangrejo

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El derrumbe de este Gobierno no es de imagen. El derrumbe es de credibilidad.

Por eso ahora que prometen que no habrá privatizaciones en instituciones públicas, la primera reacción que emerge es de desconfianza.

Se supone, por lo que dicen, que silenciarán el altisonante lenguaje que manejaron para promover lo que concebían como una de las grandes plataformas del "proyecto figuerista" de hacer gobierno: búsqueda de eficiencia mediante severas transformaciones institucionales.

Se supone que acallarán dicho lenguaje que deslegitimó el anzuelo electorero populista que los enganchó en Zapote. Esta mutación, a la postre, les evaporó la credibilidad en un santiamén.

Ahora, en medio del descalabro de las encuestas (vanidosa imagen); de la pesadilla de superar para la posteridad al "carazazo" y del encrespamiento de las aguas electoreras internas --con una fracción medio amotinada-- prometen moderar el discurso y la acción.

Resultado: como el cangrejo.

No se mantienen fieles con lo que arrancaron, que no era lo prometido; enturbian el nexo con la oposición y continúan adentrando al país por sendas vacilantes.

Todo eso ocurre pese a que --según tenemos entendido-- hasta poco antes de las encerronas políticas de la semana anterior, al parecer existía voluntad oficial no solo de hacer "cambios importantes" en el Gabinete sino de continuar contra viento y marea con la reforma que se habían impuesto.

¿Se puede creer en lo que prometen ahora?