Comején por todo lado

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Nunca he escrito unas líneas tan atropelladas como estas. Quizá porque es Semana Santa y toda una sociedad, la mía, así como los territorios en un radio de cinco mil kilómetros se han sumido en un sopor que arrebata la energía social a un mundo que, de repente, se vuelve lejano.

¿Será, entonces, que quiero pasar expedito por el trámite de juntar letras? O, quizá, la precipitación obedezca a razones más cercanas y mi cabeza anda en otra parte. Quizá, quizá, como dice la canción; Varguitas no está seguro.

De lo que sí está seguro es de que el país está en un momento muy frágil de su historia reciente. Frágil significa endeble. Nada está especialmente mal en la economía, la sociedad, el ambiente o la política, o, al menos, no mucho más mal que años atrás. Sin embargo, hay comején por todo lado.

En un contexto latinoamericano de desaceleración económica, nuestros sectores productivos de punta han perdido fuelle. En el plano fiscal, las probabilidades de una solución política a los problemas de ingreso y gasto público son bajas. Un fracaso en cocinar algún arreglo afectará el crecimiento y la inversión. En el plano social, el mercado laboral está “seco”, con un desempleo en cumbres históricas; la pobreza, testaruda, y la desigualdad en altos niveles.

La política está más enredada e insípida que un plato de macarrones hervidos. Esta acumulación de problemas irresueltos hacen endebles las bases de nuestra prosperidad.

Por supuesto que el gobierno actual no es el culpable de todos los males. De por sí, aquí nadie nunca es culpable de nada. En nuestra idiosincracia no solo Jesús nació de una virgen, acto verdaderamente milagroso. Es que nuestros problemas sociales también nacieron y se multiplicaron sin que hubiese pecado inicial, como por generación espontánea o soplo divino.

Regla número uno en Tiquicia: ni partidos, ni presidentes, ni ministros, ni empresarios, ni sindicalistas tienen que ver con los renglones torcidos que escribimos. ¡Lindo mi país!

Sin embargo, el gobierno ya no puede decir que es una mera víctima colateral. Luego de casi un año, esos males también son suyos; nuestra proverbial falta de acción es también la suya.

Por eso, al acercarse el primer año de gobierno y el presidente debe dar su informe a la Asamblea Legislativa, lo que diga y cómo lo diga definirá mucha de la suerte futura de su gobierno.

Creo que bastante gente está esperando un sinceramiento sobre las salidas en falso en estos meses y una conversación franca sobre lo que sigue.