Buenos días: La muerte de José Esteban

Tantas muertes por falta de señalización precisa, de barandas o vallas de protección, deben llevar al Conavi y a los municipios a asumir un papel más responsable en la protección de la vida.

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José Esteban Solano Vega, de 32 años, no vio ninguno de los rótulos que decían “desnivel en la vía” y, por eso, se mató hace una semana cuando su auto pegó contra una de esas gradas en la Circunvalación y se fue contra un camión varado.

Es cierto que los rótulos existen, pero a las 3:30 a. m. no son suficientemente visibles para los conductores que transitan, en algunos tramos de la vía, a alta velocidad.

Este caso, la muerte de un técnico en patología, con muchos años de vida por delante, debe llevar al Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) a revisar las medidas de seguridad de todas sus obras.

A las 3:30 a. m., en una hora de tráfico descongestionado y en la cual se circula con mayor celeridad, como lo hacía José Esteban, lo menos que uno pensaría toparse es una grada de siete centímetros donde haya que frenar para no perder el control o para no chocar a otro auto que desaceleró por ese obstáculo.

Lo menos que debe imponer el Conavi en sus contratos son alertas visuales con grandes luces que indiquen trabajos en la vía o la velocidad máxima permitida y, si es del caso, colocar personal que advierta sobre los peligros al pasar por allí.

En Costa Rica, la seguridad en carreteras es poca y otro ejemplo son las múltiples caídas de personas a ríos por falta de barandas. Un caso doloroso es el de José Gerardo Argüello Villegas, quien pasó recto por el puente del Virilla (“platina”) el 21 de junio del 2017 y quedó sin movilidad del cuello hacia abajo al caer al guindo de 35 metros. Allí, el Conavi había puestos rótulos, pero, igual, José Gerardo nunca los vio desde su carro.

Otro caso, igual de doloroso, ocurrió el 4 de enero en el puente sin barandas de las Monjas en Pavones de Golfito, donde dos mujeres se mataron al caer con su auto.

Lo mismo le sucedió a Juan Rafael Madrigal Mora, de 56 años, capataz de una finca productora de piña, quien al amanecer del domingo 28 de mayo pasado perdió la vida al caer de otro puente sin barandas en San Julián de Puerto Viejo de Sarapiquí.

Tantas muertes por falta de señalización precisa, de barandas o vallas de protección, deben llevar al Conavi y a los municipios a asumir un papel más responsable en la protección de la vida.

amayorga@nacion.com

Armando Mayorga es jefe de Redacción de La Nación.