Buenos días: Con hambre no hay reactivación

¿Cuánto más podrán sostenerse los beneficios, si las autoridades auguran mes y medio más para que pase la pandemia?

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Mientras efectuaba una diligencia que solo podía cumplir en persona, observé tres casas en barrio México con un pañuelo blanco en sus puertas y ventanas. Era señal inequívoca de que en esos hogares no había nada qué comer. Es posible que otras familias estén usando estrategias similares para lanzar un grito de auxilio.

Los despidos, la suspensión temporal de contratos, la reducción de las jornadas laborales y el golpe sufrido por los pequeños emprendedores engrosan la lista de familias que pasan hambre.

Una reciente encuesta elaborada por Unimer Centroamérica revela que siete de cada diez costarricenses debieron recortar el gasto en alimentación. El estudio también señala que el 41 % de los consultados admite haber reducido las porciones diarias servidas en sus casas, y un 32 % debió eliminar, por lo menos, uno de los tiempos de comida. Los datos evidencian que, si bien se han realizado esfuerzos muy valiosos para ayudar a los más afectados por la emergencia sanitaria, las necesidades se multiplican exponencialmente.

Iniciativas como el bono proteger y la de llevar diarios a las casas de los estudiantes ofrecen un alivio indudable. También resultan encomiables las campañas organizadas por empresas, organizaciones, gobiernos locales y benefactores anónimos para recolectar y llevar víveres a los más necesitados.

Sin embargo, me pregunto si estos esfuerzos podrán sostenerse, e incluso extenderse, en momentos en que las autoridades sanitarias indican que la pandemia se alargará un mes y medio más. Un problema adicional es que el sistema bancario y los suplidores de servicios ya comienzan a levantar los beneficios concedidos durante los primeros meses.

¿Y qué pasará con estas familias después de la pandemia? ¿Cómo podrán satisfacer sus necesidades, si el empleo y la actividad comercial no reviven con la velocidad requerida?

Cuando el estómago y la billetera se vacían al mismo tiempo, se corre el riesgo de que el clamor de ayuda se convierta en descomposición social. Sería letal para nuestra endeble economía.

Con hambre no hay reactivación. Por ello, paralelo a la atención de la pandemia, el otro reto urgente es crear las condiciones para que las empresas comiencen, desde ya, la recontratación de personal.

rmatute@nacion.com

Ronald Matute es jefe de Información de La Nación.