¡Bienvenida, alegría!

Con todos nuestros tormentos, Costa Rica no es ingrata

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Dulces fantasías asaltan nuestras calendas. Es la convención occidental de un año que comienza. De alguna mágica manera, abrazamos un ángel nuevo y dejamos atrás nuestros demonios. Año nuevo y somos todo propósitos, todo promesas de renovación y dieta, posiblemente, todo autoengaño. Pero soñar no tiene precio.

Con mi crónico realismo, me dejo arrebatar por el entusiasmo colectivo y entro también en la misma negación esperanzada. Quiero imaginar, soñar, aspirar con fuerzas que no existen. Y que se desate el sortilegio de Schiller para anhelar que “todos los humanos sean hermanos” (Alle Menschen werden Brüder).

Entiendo a Neruda cuando dijo “equivoqué mis pasos y hoy te llamo, alegría”. Muchas veces, como él, cerré mis ojos a pétalos de rosa y toqué solo espinas. Era acertado, tal vez, pero injusto. Era incompleto, inacabado, trunco como todas las aspiraciones y las promesas cumplidas a medias.

Año nuevo, el vaso está medio lleno. Quien bien lea verá que digo medio vacío. Pero hoy no quiero separarme del abrazo colectivo de una patria persistentemente soñadora. Es el trocito azul con mayor intensidad que todo el cielo, mariposa siempre frágil y furtiva como solo el delirio de Alfonso Cortés podía atrapar.

Rebelde siempre a la autocomplacencia de un equívoco imaginario excepcional, descuidé tal vez el valor inmenso del optimismo y de esperar contra toda esperanza. Ahora lo entiendo. Ahí está la estrella chilena, atormentada por quimeras insolubles, con sus calles apenas hace poco ensangrentadas. Ahí, Argentina, el sol que apenas veía levantar Darío, sumida en irremediable orfandad desarrollista. Ahí, Perú, que inmerso en ingentes riquezas no termina de levantar cabeza. Ahí, el inmenso Brasil, en un mandato que nace insospechadamente espinoso, con el mayor suplicio que sería perder la fe que se inicia. ¡Y ah Centroamérica y oh Nicaragua! Y no digamos México.

Seamos francos. Con todos nuestros tormentos, Costa Rica no es ingrata. Su alegría es fuerza transformadora que aún no perdemos. Agujerada nuestra burbuja de inocencia, decepcionados de partidos decepcionantes, no perdemos la fe en una democracia deteriorada, que dejó de cumplir sus promesas. En el escenario de una incontenible rabia latinoamericana, bienvenida nuestra alegría, bienvenida nuestra esperanza.

vgovaere@gmail.com

Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.