Batigolpe para Robin

La abrupta destitución de Luis Amador deja una estela de interrogantes y un escándalo en evolución.

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Hasta hace muy poco, Luis Amador era el ministro más mediático del gobierno y daba la impresión de que era uno de los favoritos para buscar la continuidad del chavismo después del 2026.

Su discurso pirotécnico, cargado en ocasiones de un excesivo acento populista, lo proyectaba como una especie de alter ego del mandatario, como su heredero natural, como el Robin de este peculiar dúo.

La exposición pública de Amador creció al amparo de esa pretendida afinidad y de la necesidad de la administración de mostrar algún logro, aunque fuera la colocación de un puente baileyo la apertura anticipada de una obra sin terminar.

Esta relación de mutua conveniencia propició que las apariciones del ministro de Obras Públicas y Transportes encontraran un amplificador en las redes sociales, donde troles y otros personajes lo promocionaban como “presidenciable”.

Su exposición le granjeó algunos aplausos de la gradería, pero también atrajo críticas por el dudoso sustento técnico de sus decisiones y la pobre ejecución de infraestructura. Al parecer, lo importante era posicionarse en el inconsciente colectivo.

No sería de extrañar, entonces, que el protagonismo alcanzado por el Joven Maravilla comenzara a provocar inquietud y resquemores en una baticueva atiborrada de egos y ambiciones personales.

Tal vez por ello el dúo comenzó a dar muestras de distanciamiento en sus últimas apariciones ante los medios de comunicación. La tensión era evidente en los reclamos por las presas o por la falta de tráficos.

Al final, vino el anuncio de la ruptura. El Robin de esta historia recibió, el martes, un certero batigolpe que no solo lo deja fuera del gabinete, sino que podría sepultar sus aspiraciones electorales.

Muchas dudas y especulaciones rodean esta salida en particular, a pesar de que el equipo de gobierno de Rodrigo Chaves ostenta la marca histórica de haber sufrido ya 42 bajas en menos de dos años de gestión.

La justificación oficial de que una posible contratación “a la medida” sustentó la remoción de Amador, más bien destapó una cadena de irregularidades que podrían salpicar a más altos personeros del gobierno.

En medio de este escándalo en evolución, queda flotando en el ambiente la pregunta sobre cuáles fueron las verdaderas razones de este linchamiento político. Por lo visto, habrá que buscar la respuesta más allá de las batiseñales.

rmatute@nacion.com

El autor es jefe de información de La Nación.