Armas económicas de destrucción masiva

Debido a que la guerra contra Ucrania no podía quedar impune, el uso de sanciones económicas está justificado, pero estas poderosas herramientas deberán estar sujetas a controles adecuados en el futuro

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La guerra es terrorífica, no importa cómo se libre. De todos modos, es indudable que había que rechazar el ataque no provocado de Rusia a Ucrania, con sus escenas de civiles ucranianos asesinados o desplazados de sus hogares.

Además de darle armas militares a Ucrania, los gobiernos de todo el mundo han utilizado armas económicas contra Rusia. Si bien Rusia, un actor económico pequeño en relación con su poder militar, todavía puede atacar expandiendo el rango de armas militares que usa y los territorios a los que apunta, es un riesgo que el mundo tenía que correr.

Comparadas con los bombardeos indiscriminados de Rusia, las armas económicas no matarán a personas con la misma rapidez, no crearán una destrucción demasiado visible y no inspirarán tanto miedo. Sin embargo, las armas económicas sin precedentes que han sido desplegadas contra Rusia serán, sin lugar a dudas, dolorosas.

Las restricciones impuestas al banco central de Rusia ya han contribuido al colapso del rublo y las nuevas limitaciones a los pagos y finanzas transfronterizos han tenido un impacto inmediato, debilitando la confianza en los bancos rusos.

Si bien las sanciones comerciales (que restringen las exportaciones de insumos clave, como piezas de aviones a Rusia, así como las compras de Rusia) y el éxodo de corporaciones multinacionales moscovitas tendrán un efecto menos inmediato, reducirán el crecimiento económico y aumentarán el desempleo significativamente con el tiempo.

Si estas medidas no se revierten, terminarán traduciéndose en estándares de vida más bajos, una salud más pobre y más muertes en Rusia.

Deterioro político

El hecho de que hayamos llegado a este punto refleja un deterioro político generalizado. Demasiados países poderosos hoy son gobernados por líderes autoritarios cuya dependencia del nacionalismo hace que estén menos dispuestos a acordar internacionalmente, además de que su comportamiento no enfrenta demasiadas restricciones domésticas.

Si la agresión del presidente ruso, Vladímir Putin, no fuera castigada, más provocaciones internacionales como su guerra en Ucrania se volverían inevitables.

Igual de problemática es la desintegración del orden internacional. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no puede actuar legítimamente contra alguno de sus miembros permanentes con poder de veto (China, Francia, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos).

La impotencia de la organización se traduce en impunidad para los autócratas que desobedecen las normas internacionales. Asimismo, aun si las Naciones Unidas pudieran aprobar una respuesta militar, probablemente no existiría la voluntad de enfrentar militarmente a una potencia nuclear decidida.

Las armas económicas, que son posibles gracias a la integración global, ofrecen una manera de evitar un sistema de gobernanza global paralizado. Brindan a otras potencias una manera eficaz (es decir, dolorosa), pero civilizada, de responder a la agresión y a la barbarie.

Con cautela

Pero los riesgos que estas armas pueden crear no se deben subestimar. Cuando son aplicadas plenamente, las sanciones también son armas de destrucción masiva. Pueden no derribar edificios o hacer colapsar puentes, pero destruyen empresas, instituciones financieras, subsistencias y hasta vidas.

Como las armas de destrucción masiva militares, infligen dolor indiscriminadamente, y afectan tanto a los culpables como a los inocentes. Y si se usan en exceso, podrían revertir el proceso de globalización que ha permitido que el mundo moderno prospere.

Existen varias cuestiones relacionadas aquí. Para empezar, la naturaleza aparentemente incruenta de las armas económicas, y la falta de normas que las gobiernen, podría resultar en un uso excesivo.

Esta no es simplemente una especulación. Estados Unidos todavía mantiene sanciones estrictas contra Cuba, aunque existen regímenes mucho peores en el mundo; y China recientemente sancionó las exportaciones australianas, aparentemente en venganza por la demanda de Australia de una investigación completa sobre los orígenes de la covid-19.

Igual de preocupante es la creciente presión pública sobre las corporaciones para que dejen de hacer negocios en ciertos países. Estas demandas pueden llevar a que se amplíen las sanciones más allá de lo que pretenden los responsables de las políticas.

No es imposible imaginar que un país sea objeto de una guerra económica por la posición de su gobierno en materia de aborto o cambio climático, por ejemplo.

Efectos adversos

Un miedo generalizado a sanciones indiscriminadas conduciría a un comportamiento más defensivo. Luego de las acciones emprendidas contra el banco central de Rusia, China, la India y muchos otros países temerán que sus propias tenencias en moneda extranjera (de deuda de economías avanzadas) terminen siendo inutilizables si unos pocos países deciden congelar sus activos.

Con muy pocos activos con la liquidez de las reservas en dólares o euros, los países empezarán a limitar las actividades que necesitan tenencias de reserva, como un endeudamiento corporativo transfronterizo.

Más países también podrían empezar a explorar alternativas colectivas para la red de mensajes financieros Swift, lo que potencialmente podría derivar en la fragmentación del sistema de pagos global. Y las empresas privadas podrían volverse más cautelosas a la hora de mediar en las inversiones o el comercio entre países que no comparten valores políticos y sociales.

También podría originar un comportamiento estratégico de suma cero, en el que los países desarrollen nuevas contramedidas para las armas económicas, por ejemplo, un país podría invitar a bancos extranjeros a ingresar a su mercado con el motivo ulterior de, algún día, tener sus activos y capital de rehenes.

Inversamente, los países pueden limitar dónde pueden operar sus bancos para reducir su vulnerabilidad a este tipo de amenazas. Inevitablemente, las interacciones económicas entre los países se reducirán.

Salvaguardas futuras

Si bien las armas económicas han ayudado al mundo a evitar un sistema de gobernanza global paralizado en respuesta a la guerra de agresión de Rusia, también destacan la necesidad de nuevas salvaguardas en el futuro. De lo contrario, corremos el riesgo de crear un mundo económicamente balcanizado y más pobre.

En particular, como las armas económicas son demasiado poderosas como para dejarlas en manos de un solo país, su uso debería ser objeto de un requerimiento de consenso mínimo. Siempre y cuando las sanciones sean más eficaces cuando participan más países, este mecanismo ya puede estar incorporado.

Sin embargo, la amenaza de sanciones secundarias puede obligar a los países que en otras circunstancias no cooperarían a cooperar. El requerimiento, por lo tanto, debería basarse en un consenso voluntario, y cuanto más destructiva el arma económica, más amplio debería ser el consenso requerido.

De la misma manera, debería haber una gradación del uso de las armas. Las medidas contra los activos de las élites del país agresor deberían tener la mayor prioridad y los menores requerimientos de consenso.

Las economías avanzadas deberían facilitar esto dejando de hacer la vista gorda ante las ganancias por evasión impositiva, corrupción y robo provenientes de otras partes que estén en sus jurisdicciones. Por el contrario, como las medidas destinadas a degradar la moneda de un agresor o minar su sistema financiero pueden convertir a los liberales y reformistas de clase media en nacionalistas furibundos, deberían ser tomadas con más deliberación y un máximo consenso.

Las economías avanzadas entendiblemente serán reacias a restringir sus poderes recientemente descubiertos. Pero deberían reconocer que una economía global balcanizada afectaría a todos. Asimismo, llevar a cabo conversaciones sobre “un control de las armas económicas” podría ser un primer paso hacia el restablecimiento del orden global quebrado. Una coexistencia pacífica siempre es mejor que la guerra, no importa cómo se libre.

Raghuram G. Rajan, exgobernador del Banco de Reserva de la India, es profesor de Finanzas en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.

© Project Syndicate 1995–2022