‘Anduvo, anduvo, anduvo…’

El mero caminar continuo constituye una excelente alternativa a costosas horas gimnasio y evita la plaga del sedentarismo

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Valen las comillas, porque cito literalmente al gran Rubén Darío, nicaragüense y hombre de letras universales. Con reiteración poética describe al héroe mapuche, caminando dos días seguidos con un tronco al hombro dentro de la Araucanía (el sur de Chile): lo narra también en forma el español Ercilla en su epopeya sobre ese fin de mundo. ¡El ser humano, el arte… no tienen fronteras!

Del mismo siglo XVI era Teresa de Ávila, cuya biografía muy documentada (Alberto Campos, 2005) narra las increíbles distancias que recorría la devota, a pie y “a lomo de jumento” (burro), por climas y circunstancias duras, llegando a crear dos docenas de conventos. De Córdoba a Sevilla, por ejemplo (ahora en carro tomaría menos de dos horas) entonces exigía nueve jornadas de camino. Aproximadamente en la misma época, Ignacio de Loyola, fundador de la Orden de los Jesuitas, peregrinó 83 veces de lado a lado de España.

Desde la antigüedad, así resultó en tantas memorables expediciones. Más de doscientos años antes de Cristo, desde la Cartago que daría nombre a la nuestra, Aníbal cruzó por los Alpes, invadiendo el imperio romano. También me viene a la mente la azarosa aventura de Hernán Cortés por Honduras, perdiendo el camino.

Hasta mediados del siglo XIX, con el inicio del ferrocarril, todo siguió igual “per pedes apostolorum” como reza la fórmula bíblica: esos enviados debían caminar y caminar. Eso de ir “en Dodge patas” resulta un guiño a una marca de carros que ya también desapareció. El caballo era excepcional, para el caballero, el jefe, los demás: ¡andando!

Por campos de Lituania a veces afloran botones metálicos… de las casuchas de jóvenes en las tropas napoleónicas, camino a Moscú…; acabo de leer sobre la apasionante pero ordenada travesía del libertador San Martín cruzando los Andes con su ejército. Lo hice, igual, de Santiago, capital de Chile a Mendoza, Argentina, pero en bus… ¡horror ver carpachos de vehículo en precipicios!

Como Jorge Volio estudió en la misma universidad mía, en Bélgica, me constan por experiencia propia sus peregrinajes de Lovaina a Scherpenheuvel (Montaigu, en francés); también caminaba de Cartago a su parroquia, en Santa Ana. Y uno, de montones de estudiantes caminando a la “U”, y más de una vez a saludar a la Virgen…

Comento todo eso porque me asusta ver lo poco o nada que camina la juventud, ahora, a mi alrededor. Últimamente, La Nación ha dedicado varios artículos a la salud comunitaria, y desde luego abre los ojos, entre otros sobre “diabetes y obesidad”, de Silvia Gagneten, publicado el 27 de octubre del 2022.

Ahora bien, ¿para qué comprar esas maquinitas, esas andaderas artificiales a las que hasta se les puede aumentar la dificultad? Absurdo hacerlo en un espacio cerrado y viendo el televisor. Enhorabuena, de verdad y por fin, en San Pedro de Montes de Oca, por la esmerada reconstrucción de tantas veredas céntricas, dejadas en abandono durante décadas.

Actividad física

La OMS recomienda al menos 30 minutos de actividad física al día, ojalá todos los días, porque el domingo no puede ser solo “dorrrmingo”, como demasiado compruebo en mi entorno. Oportunidad, por cierto, para dejar por un buen rato también descansando el celular y el televisor, aburridos ya de verle la cara.

Cabe abolir la medieval asimilación de lo gordito con lo sanito, pero prevalece. Urge, entre todos, una elemental educación nutricional, esos montículos monocordes de arroz y frijoles, apropiado antes, para gente que laboraba duro, en el campo, durante jornadas extenuantes.

Dejemos por favor ese nefasto prejuicio por lo blanco-bueno-bonito-barato en la comida. Ni hablar de toda esa parafernalia de azúcar en todo, hábito árabe incorporado aquí a granel: percepción empobrecedora. Igual respecto al arroz, etérea estética refinada, para no confesar empobrecida: en la cáscara se encuentra riqueza nutritiva integral. La blanca verdad; negro pecado, hasta racista resulta.

Por último, por lo que he visto practicar y practico, el mero caminar continuo constituye una excelente alternativa a costosas horas gimnasio. Todo por evitar la plaga del sedentarismo, en varones como en mujeres.

En resumen: “caminante no hay camino; se hace camino al andar; y al volver la vista atrás…”. Se concluye que tenemos que modificar tanta percepción ancestral nefasta, transmitida como lo “propio-bueno-correcto” de generación en generación. Que el erizo alajuelense se vuelva obeso, cómodo y sedentario, no nos sirve como ideal.

valembois@ice.co.cr

El autor es educador.