Alimentemos a las personas, no las granjas industriales

No hay excusa para que Rusia ataque las exportaciones de cereales de Ucrania, sabiendo que esto hará subir los precios y aumentará el hambre

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Después de la invasión a gran escala llevada a cabo por Rusia en febrero del 2022, los barcos que se utilizaban para exportar granos de los puertos del mar Negro de Ucrania dejaron de viajar allí porque estaban expuestos a ataques de las fuerzas rusas, que sospechaban que podían transportar suministros militares.

Esto hizo que los precios de los granos aumentaran a niveles sin precedentes y desataran temores de hambruna en los países de Oriente Medio y África que, anteriormente, habían importado granos ucranianos, especialmente trigo.

Finalmente, en julio del 2022, Rusia aceptó otorgarles un paso seguro a los barcos que iban y venían de Ucrania, con la condición de que las autoridades rusas pudieran inspeccionarlos. Durante los 11 meses en que estuvo vigente la Iniciativa de Granos del Mar Negro, Ucrania exportó 33 millones de toneladas de granos y los precios de los alimentos mundiales cayeron aproximadamente el 20 %. Según la Organización de las Naciones Unidas, el 57 % de los alimentos exportados tuvieron como destino países en desarrollo.

Pero ahora, Rusia se ha retirado del acuerdo. Cuando Rusia anunció que el acuerdo expiraría el 17 de julio, el precio de los granos aumentó un 8 %. El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, advirtió de que millones de personas ahora pasarían hambre, y el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, dijo que “Rusia es responsable de negar alimentos a personas que los necesitan desesperadamente en todo el mundo”.

En Kenia, el gobierno describió la conducta de Rusia como una “puñalada por la espalda” para la gente en los países azotados por la sequía (un grupo que, actualmente, incluye a Kenia).

Promoción del hambre

Además de poner fin al acuerdo y de declarar que considerará que cualquier buque de carga que se dirija a los puertos ucranianos potencialmente transporta insumos militares, Rusia ha atacado puertos ucranianos en el río Danubio, que podían ofrecer una ruta de exportación alternativa, y también ha atacado instalaciones de almacenamiento de granos en Odesa, donde destruyó alrededor de 60.000 toneladas de granos.

En una cumbre reciente de Rusia y África en San Petersburgo, el presidente Vladímir Putin intentó mostrar preocupación por una posible escasez de granos en África al prometer de 25.000 a 50.000 toneladas de granos rusos a seis países africanos (en cuatro de los cuales operan mercenarios del Grupo Wagner de Rusia). Kenia no estaba entre ellos. En cualquier caso, la cantidad total de granos prometidos es menos del 1 % de los granos enviados por Ucrania mientras el acuerdo estaba en vigencia.

No puede haber ninguna justificación o excusa para que Rusia, en apoyo de su guerra de agresión contra Ucrania, ataque las exportaciones de granos de ese país, sabiendo que esto hará subir los precios de los granos y que aumentará el hambre de la gente en países lejos del conflicto.

De todos modos, los comentarios de líderes como Guterres y Blinken amenazan con crear la falsa impresión de que el mundo depende de Ucrania para producir granos suficientes para alimentar a su población.

Cada año, el mundo produce unos 750 millones de toneladas de trigo y 1.100 millones de toneladas de maíz. De esto, el 20 % del trigo (150 millones de toneladas) y el 61 % del maíz (671 millones de toneladas) se utilizan para alimentar animales confinados en lo que la industria llama “operaciones concentradas de alimentación animal” o CAFO, por sus siglas en inglés. (Eso se suma al 77 % del cultivo de soja del mundo).

Cuando les damos de comer a los animales cultivos que podríamos comer nosotros, terminamos recibiendo menos calorías y menos proteínas de las que contienen los cultivos. Esto es porque los animales usan la mayoría del valor nutricional de su alimento para mantener su cuerpo caliente y en funcionamiento, y para desarrollar huesos y otras partes del cuerpo que no comemos.

Nuestro estudio realizado en Estados Unidos demostró que los granos y la soja que se le da como alimento al ganado vacuno devuelven menos del 3 % de las calorías y proteínas que contienen los cultivos, menos del 10 % cuando se alimentan cerdos y solo el 21 % cuando se alimentan pollos, los convertidores más eficientes.

Si sumamos todas estas cifras, y suponiendo que el retorno nutricional promedio de todos los animales en CAFO sea del 20 % (aunque, casi con certeza, es menos que eso), podemos concluir que darles de comer 150 millones de toneladas de trigo y 671 millones de toneladas de maíz a los animales implica, en efecto, desperdiciar 120 millones de toneladas de trigo y 537 toneladas de maíz. En comparación, los 33 millones de toneladas de granos que Ucrania exportaba cuando estaba vigente el acuerdo del mar Negro con Rusia es una cantidad relativamente modesta.

Posibilidades de ayudar

Blinken tiene razón cuando dice que Rusia es responsable de negar alimentos a personas que los necesitan desesperadamente en todo el mundo, pero no finjamos que otros países no están en condiciones de impedir las escaseces de alimentos generadas por la intención de Rusia de atacar los barcos que transportan trigo ucraniano.

Solo Estados Unidos podría fácilmente compensar la pérdida de exportaciones ucranianas reduciendo la cantidad de animales en CAFO y exportando el excedente resultante de granos. La tarea sería más fácil aún si otros países que producen gran parte de su carne en CAFO hicieran lo mismo.

Al gravar la carne, los gobiernos liberarían suficientes granos para alimentar a las “personas que los necesitan desesperadamente en todo el mundo”. En el proceso, también reducirían la contaminación ambiental y del agua a escala local, recortarían las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorarían la salud de su población.

Peter Singer, profesor de Bioética en la Universidad de Princeton, es fundador de la entidad benéfica The Life You Can Save y autor, recientemente, de “Animal Liberation Now”.

© Project Syndicate 1995–2023