Acoso escolar

Un mensaje para un niño en particular, extensivo a todas las pequeñas víctimas de ‘bullying’

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Hasta los lectores del común, que casi nada sabemos de los profundos e intrincados misterios de la creación literaria y que por consiguiente debiéramos dejar que otros se ocupen de estos asuntos, sabemos, eso sí, que Intruso en el polvo, una de las novelas que William Faulkner sitúa en Yoknapatawpha, condado sureño de su invención, vio la luz en 1948.

Como constante lector de Faulkner, la leí por primera vez hará cosa de cincuenta años, y la última, en abril del 2020, cuando hacía exactamente un mes que había comenzado el incierto y angustioso tiempo de la pandemia, y seguramente debido a eso.

Ahora, cuando me he enterado de los pormenores amargos de la agresión que sufriste en el campus supuestamente inocente y desprovisto de violencia de la escuela a la que has ido hasta ahora y a la que ojalá no volvás nunca, a manos de algunos de tus compañeros de clase a los que ojalá pronto olvidés para siempre, sentí la necesidad de acudir de nuevo a ese libro como quien acude al devocionario de la dignidad personal, de la entereza moral, del espontáneo valor que se necesita para reciprocar la injusticia y la adversidad sin detenerse a calcular lo que significa tenerlo ni a temer las consecuencias de manifestarlo .

Oíme: sé, más allá de toda duda razonable, que a tu edad no has leído la novela de Faulkner. No importa, ya lo harás algún día. Cuando eso ocurra, vas a reconocer rasgos morales que, porque te conozco desde que eras un niño, sé que están adheridos a tu vida como cosa natural de la que ahora mismo no tenés conciencia ni has perseguido deliberadamente.

Vas a hallar en el libro, en esencia, la misma entereza moral de tu actual condición adolescente en el primer Lucas Beauchamp, el hombre de cuarenta años de principios de la novela, al que vas a ver que no lo doblegan las ofensas destinadas a mancillarlo y someterlo, nacidas de despreciar su plena condición humana, ni acuclilla la vergonzante oferta de cuatro monedas para pagarle un gesto gratuito suyo porque no se le reconoce como la actitud obligada de un igual en dignidad compartida.

Ni la hostilidad ni la agresión van a reducir tu fortaleza moral. Dejalas atrás y mirá hacia adelante, diciéndote con alegría: “Hermano Sancho, aventura tenemos”.

carguedasr@dpilegal.com

Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.