Acerca del fútbol

Ser un aficionado de antigua data ha hecho que ahora repare en cosas en las que antes no me fijaba

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cada vez guardo mayor distancia de esa encrucijada de emociones vivísimas y contrastantes que son los partidos de fútbol. Es tan efímera la victoria y amarga la derrota, y las dos enardecen por igual y ocurren tan seguido.

Pero presto atención a lo que acontece, al punto que una de estas noches, tras décadas de perseverante ausentismo, acabé yendo de mochilero al estadio. Fue magnífico volver a la gradería, donde casi nada ha cambiado: el pueblo tímido que se ha dicho que somos no canta colectivamente ni siquiera ahí.

Resumiría el acontecimiento citando lo que se decía de la experiencia en general: es una de las pocas cosas que compartimos por igual, pródiga y democráticamente dispensada.

Sin embargo, ser un aficionado de antigua data ha hecho que ahora repare en cosas en las que antes no me fijaba. Será porque con los años uno se vuelve un sentimental; no en vano se ha dicho que un viejo es como un recipiente ya lleno, que comienza a desbordarse.

Eso en lo que ahora me fijo ya no es la peculiar historia de cada uno de los partidos, que en otro tiempo se narraba truculentamente para que la escucháramos con el alma en vilo porque muy pocos podían observarla con sus propios ojos, sino el impacto que tienen en la vida personal de los futbolistas ciertos incidentes asociados a la práctica profesional del fútbol.

Me conmueve especialmente, por ejemplo, que muchos de ellos van al rescate de sus familias gracias a la bonanza económica que de repente puede depararles este deporte. Conozco de cierto unos cuantos casos, y por eso, cada vez que los menciono ruego a los ángeles tutelares de los jugadores que los protejan y den largo y exitoso aliento a sus carreras, no importa para qué equipo jueguen.

En cambio, me entristecen los castigos impuestos por el consumo de sustancias ilícitas, pues sospecho que no siempre ha mediado voluntad infractora. También, las lesiones de jóvenes prometedores que entorpecen y hasta frustran sus carreras; lesiones facilitadas, dicen los que saben, por competencias organizadas sin cuidar debidamente la integridad física y la salud de los participantes. Actitud inexcusable como la del Dios de la novela de Kingsley Amis, que le dice a un bebé nacido sin miembros: “Esto es para que te enteres de quién manda aquí”.

carguedasr@dpilegal.com

Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.