A horcajadas del destino

Somos una sola humanidad que ha ido construyendo su esencia en rompecabezas históricos plagados de retazos culturales

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Dispersos en el planeta, somos una sola humanidad que ha ido construyendo su esencia en rompecabezas históricos plagados de retazos culturales. En ese recorrido hemos ido juntando las piezas separadas de nuestra diáspora diversa. Nunca como ahora, nada humano nos es ajeno. Es la era de Acuario. Nuestras formas variadas se enriquecen en la diversidad de una misma historia separada. Esta cercanía es, hélas, testarudamente asintótica. Rabiosamente hijos de la contradicción, cuanto más nos acercamos, más arriesgamos alejarnos. Ojalá el choque se resuelva en una escala superior de entendimiento, como esperaba Heráclito.

Debemos ubicarnos en la historia. Estamos en el tercer tiempo de la narrativa de la posguerra. Es un período complejo y sus rasgos no terminan de delinearse. En el primer tiempo se superaron las heridas dolorosas del agresivo colonialismo europeo, que culminó con el dominio de las potencias del Atlántico. Pero, por otra parte, el mundo quedó dividido en bloques antagónicos con visiones contrapuestas. La relativa paz se sostenía, suprema contradicción, en la amenaza segura de aniquilación mutua.

Parecíamos lejanos de un encuentro fraterno; sin embargo, estábamos muy cerca de construir una aldea global. Llegó el segundo tiempo. En 1989 cayó en Berlín el símbolo de nuestro cisma. La Unión Soviética se desmembró. Pero, marcada por iniciativas bélicas fallidas, la hegemonía unipolar de Estados Unidos no fundó un mundo más seguro y más unido. Sí lo hizo, en cambio, el comercio globalizado. Ahí, el surgimiento del gigante chino, junto con el dinamismo del sudeste asiático, sentó las bases de lo que será el imparable siglo del Pacífico.

En instantes, ese paso se ilumina; en otros, como ahora, se oscurece. ¿Qué prevalecerá? La oscuridad la representan guerras, carrera armamentista y bloques militares. Ucrania es su paradigma. Otro escenario se ilumina con la nueva Ruta de la Seda: mayor articulación de civilizaciones entrelazadas, infraestructura, intercambios culturales y comerciales, investigación compartida, cadenas de valor y desarrollo equitativo. Sería un regreso al futuro. ¿Salto al futuro o retorno a las cavernas? De nuevo Gramsci: el pasado de confrontación no termina de morir y el futuro de entendimiento tarda en nacer. Así estamos, a horcajadas del destino.

vgovaere@gmail.com

Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.