¿A dónde se fue el humor político?

Hace rato que alrededor de nuestras figuras políticas no se crea humor

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El humor acompaña a la especie humana. No sabemos de qué reían los humanos prehistóricos, pues la risa se evapora, pero hay registro de chistes más antiguos que la cristiandad. Hace cerca de dos mil años, circulaba este en la antigua Roma. Dice así: “Uno que regresaba de un viaje preguntó a un falso adivino por su familia. Este dijo: “Todos están bien, incluido tu padre”. Al decirle: “Mi padre hace ya diez años que ha muerto”, respondió: “No conoces a tu verdadero padre”. (National Geographic. El humor en Roma: ¿de qué se reían los romanos?)

El chascarrillo se las trae; lo podría haberlo contado alguien ayer en el parque de Alajuela y ni se notaría lo viejo que es. Lo interesante es que no solo se conoce alguno que otro chiste de la Antigüedad, sino centenares de ellos. En lo que concierne a Roma y Grecia, alguien tuvo la buena idea de hacer una recopilación en un libro llamado el Filogelos (“Adicto a la risa”). Sin embargo, quedan muy pocos registros del humor en otras civilizaciones, aunque sobre lo que hacía reír a las personas en el Antiguo Egipto hay algunas trazas en imágenes con parodias, caricaturas y figuras satíricas (Gómez Junco, 2020).

Las personas, pues, nos la hemos rebuscado para reírnos de cualquier cosa. Las más inteligentes, además, son capaces de reírse de ellas mismas, lo que evidencia una cualidad crítica sobre sí mismas. Las últimas investigaciones entre los primatólogos sugieren, sin embargo, que el humor no es exclusivo de los humanos y que también está presente, con otras formas, entre los simios. Pensándolo así, quizá hubo humor neandertal.

El humor tiene funciones sociales contradictorias. Los chistes pueden servir para bajar del pedestal a los poderosos y expresar ansias de libertad, pero también pueden ser instrumentos de control social, reforzamiento de estereotipos e, incluso, incitación a la violencia. En la novela “El Nombre de la Rosa”, Umberto Eco elabora sobre el poder subversivo de la risa para un sistema dogmático.

Estas cavilaciones me llevan a una observación, nada científica por cierto, sobre Costa Rica. Hace rato que alrededor de nuestras figuras políticas no se crea humor. Cuando niño, oía chistes sobre los presidentes que, al mismo tiempo que se “los apeaban”, los hacía figuras cercanas. En este siglo, la política nuestra parece deambular sin humor, como en un desierto sin horizonte: ¿por qué?

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.