25 de julio

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Posiblemente pocas actividades regocijen y motiven tanto en la vida como departir con un grupo de niños de edad preescolar celebrando una asamblea patria.

Sobre todo si se trata de la Anexión del Partido de Nicoya, esa fecha tan llena de color y sabor y de las pocas que se salva aún de caer en el limbo cultural en que vive Costa Rica gracias a la facilidad con que sucumbimos ante los efluvios foráneos.

Para mí fue sencillamente refrescante la conmemoración del pasado martes, en este caso en la actividad organizada por el jardín de niños a que asiste mi hija menor.

Ver a todos esos pequeños enfundados en sus trajes de campesino, bigote y patillas sacados a fuerza de lápiz delineador, sombrero de lona y machete al cinto, tomándose el papel con toda la seriedad del caso hasta en los momentos posiblemente más difíciles para ellos: cuando asían a sus compañeras de baile de la cintura o las sentaban en sus rodillas, al acorde de la vieja marimba guanacasteca.

O a las niñas revolotear el brillante arcoiris de sus faldas, rubor en las mejillas y uno que otro labio carmesí, tocado de clavelón en la cabeza y la gracia infantil prendida del paso coqueto o la "bomba" ingeniosa.

Pese a que uno que otro niño quiso desertar de último momento y terminó convencido con un "siéntese o lo siento de un manazo" materno que debe haber hecho saltar en su tumba a María Montessori, o de alguno que se negó a recitar su parte en el instante justo, todo fue maravilloso.

Y todo gracias a la paciencia, abnegación y entrega de los maestros, ahí y en todo lugar, el martes y todos los días, que no merecen una sino dos pensiones y de privilegio, por llevar a nuestros hijos en el corazón, aguantarnos a los padres y como si fuera poco, sufrir ahora el asalto alevoso del Gobierno.