Ciegos en Gaza y Jerusalén

 Parece que la política de la esperanza ha cedido ante la política del cementerio

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LONDRES – Pasé el Año Nuevo en Sidney, viendo los fuegos artificiales que daban la bienvenida al 2009 desde el simbólico puente. Las explosiones de esa noche en Gaza no tenían como objetivo divertir, sino destruir a Hamás y desacreditarlo ante los palestinos.

Fue el recurso más reciente a una violencia terrible para resolver la forma de compartir en paz lo que a los cristianos aún les gusta llamar la Tierra Santa. Mahatma Gandhi criticaba la justificación bíblica de la venganza, “ojo por ojo, diente por diente”. Decía que, si se aplicaba hasta sus últimas consecuencias, todo el mundo se quedaría ciego. Y así ha resultado ser en Palestina e Israel. Ciegos en Gaza y ciegos en Jerusalén.

Consecuencias predecibles. Mucho de lo que ha ocurrido era predecible. Han muerto más de 1.400 hombres, mujeres y niños, y más de 4.000 han resultado heridos. En primer lugar, Estados Unidos justificó el ataque de Israel y culpó de todo a Hamás, de la misma forma en que solía achacar toda la responsabilidad de cualquier cosa que saliera mal a Yaser Arafat y Fatah.

En segundo lugar, pese a la deseable y muy prominente diplomacia del presidente francés, Nicolas Sarkozy, Europa ha sido irrelevante, si no es que casi invisible. Como señalan los funcionarios israelíes, los europeos siempre buscan salir en la fotografía. El pacificador del Cuarteto, Tony Blair, muestra la misma insignificancia pedante de siempre. Aparece en CNN, pero ¿acaso ha visitado Gaza desde que recibió el nombramiento en el verano de 2007? No.

En tercer lugar, como de costumbre, Israel ha acusado de antisemitismo a quienes se han atrevido a criticar su respuesta desproporcionada a los indefendibles ataques con cohetes de Hamás y su castigo colectivo a los palestinos. A un cardenal italiano que, hay que reconocerlo, habló sin moderación, se le acusó de utilizar el lenguaje de la negación del holocausto. Con ese mismo rasero, ¿me convierte mi crítica absoluta a los ataques de cohetes de Hamás en islamófobo?

El ataque mortífero contra Gaza se dio por coincidencia al mismo tiempo en que varios de los aspirantes a pacificadores del Medio Oriente estadounidenses más distinguidos publicaron libros sobre la forma adecuada de abordar la tarea. Todo parecía una serie de solicitudes de empleo –la guerra para los oídos del presidente Barack Obama–. Algo en lo que todos esos expertos pueden estar de acuerdo es en que George W. Bush fue un desastre. La política estadounidense bien podía haberse diseñado en el cuartel general del Likud. Incluso al final, cuando el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas votó sobre Gaza, Bush no dudó en humillar a Condoleezza Rice a petición del primer ministro israelí Ehud Olmert.

Estos “sabios”, asesores todos del presidente Bill Clinton y otros presidentes, parecen aceptar que, a fin de cuentas, el fracaso de la propuesta de acuerdo de Campo David en el 2000 no se puede atribuir exclusivamente a Arafat. El exprimer ministro israelí Ehud Barak debe cargar con su parte de la culpa. Además, todos critican la práctica utilizada en la era de Clinton de buscar sistemáticamente la aprobación de Israel para las posiciones de política de Estados Unidos, lo que difícilmente ayuda a obtener la confianza o el apoyo de los árabes.

Las discusiones de los diplomáticos estadounidenses en cuanto a los procesos no se tradujeron, en general, en discordia sobre el contenido de un acuerdo de paz. La mayoría están más o menos de acuerdo en esto. Dos Estados. Garantías de seguridad para Israel. Un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 ajustado mediante acuerdos de intercambio de territorio. El fin de la mayoría de los asentamientos en Cisjordania. Ningún “derecho de retorno” para los refugiados palestinos, pero darles compensaciones financieras. Algún sistema de soberanía conjunta o internacional sobre los lugares sagrados de Jerusalén y la división de la ciudad de forma que pueda convertirse en la capital de ambos Estados.

Escepticismo. Por supuesto, eso es lo que debería pasar. Y supongo que es concebible que todavía podría pasar con la llegada afortunada de nuevos mediadores como Qatar y Turquía, cuyo Primer Ministro calificó el ataque israelí de “grave crimen contra la humanidad”. Pero he empezado a preguntarme si en efecto será posible lograr la paz sobre esta base. Fatah y los palestinos moderados, como el presidente Mahmoud Abbas, han quedado totalmente desacreditados. Los palestinos en conjunto se han radicalizado más.

Hamás, cuya participación y apoyo es esencial para cualquier acuerdo, ha jurado vengarse. Todos los días, una nueva pena de los palestinos clama al cielo. Las viudas y las madres de los muertos lloran y gritan pidiendo justicia sangrienta. ¿Debemos sorprendernos? Si el Gobierno británico hubiera buscado la paz y la destrucción del ERI mediante el bombardeo de la parte católica de Derry, ¿habría irritado a la opinión pública católica o se la habría ganado?

Del lado israelí, ¿qué líderes políticos quieren realmente un Estado palestino y están dispuestos a correr los riesgos políticos que se derivan de tratar de establecerlo? ¿Cuáles de ellos son lo suficientemente fuertes para tratar con los colonos de Cisjordania? Si no, no habrá acuerdo de paz. ¿Qué líder enseñará los hechos reales a los miembros más extremistas de la diáspora judía en Estados Unidos? ¿Cuál de los líderes israelíes entiende que la reconciliación es más importante que la venganza?

Por duras que hubieran parecido las cosas en el pasado, nunca me había sentido tan desesperanzado por Palestina e Israel. La sangre ha ahogado a la razón. Parece que la política de la esperanza ha cedido ante la política del cementerio. Pobre Palestina. Pobre Israel. Entre los que quedan, ¿quién puede todavía encender una vela en la oscuridad?