Los delincuentes nos encontraron dormidos en los laureles

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Qué triste es ver que Costa Rica se nos escapa, como dice la canción, ”como el agua entre los dedos”. El grado de violencia es algo nunca visto. Nos dormimos en los laureles y creímos que a Costa Rica, por ser un pueblo pacífico, amable, solidario y trabajador, no nos iba a llegar lo malo de otras latitudes.

Necesitamos estar unidos todos, desde el pueblo hasta los poderes del Estado, ya es hora de dejar las divisiones y luchar porque al enemigo le conviene la desunión. Un equipo dividido pierde, una educación dividida pierde, un país dividido pierde.

Se necesitan acciones concretas, actualizar leyes obsoletas, equipar a la policía con lo necesario, ya que dan su máximo esfuerzo trabajando con las uñas, y reforzar nuestras vulnerables fronteras para que no entre la mafia. Los que nos dirigen deben dejar sus egos y pensar en Costa Rica.

Ana Isabel Vallejo Fuentes, Heredia

Pedir ayuda

Al acrecentarse la violencia, es hora de hacer algo, por ejemplo, pedir ayuda a países amigos o que sufrieron el mismo problema. De lo contrario, nos veremos en el espejo de los Estados fallidos, como Haití, o en vías de serlo, como México, donde la delincuencia organizada controla varias regiones. La receta de El Salvador choca con el respeto de los derechos humanos.

El decomiso de drogas y activos haría mucho daño a estas organizaciones delictivas, pero se necesitan recursos económicos para ello. Habría que llegar a compromisos con los países donde las drogas también causan problemas sociales, lo que parece posible visto desde ambos lados.

José Celedonio Soto Astorga, Tibás

Arte en centros educativos

No puedo estar más de acuerdo con el artículo del expresidente Oscar Arias sobre la cultura. Un pueblo sin arte, sin cultura, es un pueblo sin alma, sin futuro. Ojalá nuestros dirigentes piensen igual y la fomenten en escuelas y colegios.

Lourdes Berry Bravo, Mata redonda

Calvario en el Banco Popular

Hice una solicitud al Banco Popular en línea para acogerme a un programa para personas sobreendeudadas, entre mayo y junio. Expuse que mi casa tiene una hipoteca y está inscrita a nombre de una sociedad anónima de la cual soy dueña del 75 % de las acciones y representante legal. Me dijeron que calificaba.

Cuando el trámite estaba aprobado y solo faltaba la firma de un abogado, me informaron de que tenía una deuda pendiente con el mismo banco debido a una fianza en la década de los ochenta, por ¢75.000, pero en la ventanilla me cobraron ¢133.000. Les expliqué que no tenía ese dinero, solo los ¢75.000 solicitados por el asesor bancario que me atendía.

Aboné los ¢75.000 y el Banco Popular comenzó a cobrarme lo demás mes a mes. El asesor hasta me prestó de su bolsillo para pagar la primera cuota. El 1.° de agosto me solicitaron otro documento, un poder donde la Junta Directiva de la sociedad me autorizaba a hipotecar la casa. Otro gasto legal y para publicar el edicto en La Gaceta y esperar 21 días más.

Después me pidieron de nuevo una constancia salarial y los estados de cuenta. También, el pago de la última cuota de la deuda como fiadora. Como no tenía ¢33.000, el asesor bancario me los prestó. Como me informaron de que el crédito había sido aprobado, me fui a casa tranquila.

El 20 de setiembre, el asesor me comunicó que el banco había rechazado mi solicitud porque tengo un préstamo con Promerica y yo estaba pagando la cuota mínima. El manual de normas y el reglamento del programa al cual quise acogerme no menciona esta cláusula.

Me siento burlada y ofendida. No entiendo por qué, si cumplo con los requisitos, se me excluye de esta forma tan cruel.

María Isabel Vargas Mora, Montes de Oca

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