En la escuela, el ‘cole’ y al inicio de la ‘U’ le iba mal; hoy hace su posdoctorado en Astrofísica en Yale

Antonio Porras Valverde ahora investiga los agujeros negros y da clases en Yale, también busca ayudar a jóvenes de Costa Rica y Centroamérica a enamorarse de la Astronomía con un proyecto sin fines de lucro

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Cuando se oyen las palabras “doctor en Astrofísica”, muchos podrían imaginarse a alguien que desde muy niño pasó viendo las estrellas preguntándose cómo serían o con ganas de ser astronauta; alguien que pasaba siempre metido en libros y haciendo cálculos matemáticos. Pero ese no fue el caso de Antonio Porras Valverde, un costarricense que obtuvo su doctorado en Astrofísica en mayo pasado en la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, Tennessee, Estados Unidos, y que desde mediados del año pasado estudia un posdoctorado en la misma rama en la Universidad de Yale.

El caso de Porras fue muy diferente, lo que a él lo movía era el fútbol. Sus calificaciones no fueron brillantes mientras estuvo en la escuela y en el colegio en Costa Rica, tampoco al ingresar a la Universidad en Estados Unidos. Hoy, en cambio, se especializa en estudiar agujeros negros, fenómenos del espacio que son tan densos que ni la luz puede escapar de ellos.

“Mi mamá me llevaba a entrenar de dos a tres veces por semana. En el colegio, de hecho, me iba muy mal. El inglés lo pasaba más o menos, en Español me quedaba bastante, lo único en lo que me iba bien era en Física y Matemática, yo decía que me iba bien, pero era porque no estudiaba y pasaba apenas, la verdad era perezoso”, reconoció en entrevista con La Nación.

¿Qué cambió entonces? La Filosofía lo fue llevando a la ciencia. Cuando estaba por terminar la secundaria en el colegio Saint Benedict, en Tirrases de Curridabat, tuvo una clase en la que se empezó a hablar de la creación del Universo. Ahí comenzó a pensar en su propósito, en por qué existía.

Ahí comenzó su curiosidad por ese universo del cual era parte, la misma que lo hizo tener todo el empeño para acercarse a un sueño.

“Hay gente que está viviendo eso en estos momentos, entonces también quiero trabajar con esta gente y que no simplemente sean descalificados, sino darles el empuje y lo que necesitan”, dijo.

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El primer contacto serio con las estrellas

Porras nació hace 31 años en Miami, Florida; de padres costarricenses, quienes se mudaron de regreso a San José (específicamente a barrio Pinto, en San Pedro de Montes de Oca) cuando él tenía tres meses. Haber nacido en suelo estadounidense le daba la oportunidad de acercarse a un programa de Astrofísica en esas tierras y optar por préstamos del Gobierno de Estados Unidos.

Para ese entonces, su hermana vivía en Washington D. C. y ahí comenzó a estudiar en un community college, que son centros que dan carreras de dos años. Luego, los estudiantes pasan a una universidad ya para carreras de cuatro años. Ahí tomó cursos de inglés como segunda lengua para entrenar y ahí también conoció a una profesora de Química que se volvió su primera mentora.

“Yo siempre le huía a la Química porque me iba bastante mal, pero ella me motivó mucho. Me habló de pasantías pagas para hacer investigación. (...) Me dieron una en la Universidad de Toledo, no en España, hay una ciudad que se llama Toledo en Ohio. Ahí estuve en un proyecto de Astroquímica viendo nubes moleculares en el espacio y cómo reemiten las luces de las estrellas”, recordó.

Luego de esa pasantía de 10 semanas fue a la Universidad Chapel Hill de Carolina del Norte. Ahí, reconoció, tuvo un choque cultural. Las cosas eran muy distintas a lo que había vivido en los estados más al norte. Eso fue en 2012.

Llegó a presentar los resultados de su pasantía al departamento de Astronomía, pero no le fue tan fácil. Al final del primer período perdió los cursos de Cálculo y de Física Óptica y Electrónica.

Lo pusieron bajo prueba: “básicamente me dijeron que si no podía salir de eso, me sacaban de la Universidad. Tenía mucho miedo, di lo mejor de mí, pero no quería ni decirles a mis papás, porque sentía que me iban a meter más miedo. Al final pasé, con un 0,01% más del límite que me habían pedido”.

Decidió entonces cambiar de Física a Matemática. Reflexionó que, aunque había perdido Cálculo, él siempre había sido bueno en Matemáticas. Una profesora, Laura Miller, le dio una oportunidad.

“Hay mujeres en puestos de liderazgo que me han ayudado mucho en estos años. Ella sabía que me había ido mal, pero vio algo en mí”.

Su investigación con ella fue muy diferente, aplicó las Matemáticas para estudiar medusas. Pero no se había olvidado de la Astronomía, en el último año de la carrera quiso darle una oportunidad más. Aplicó para una pasantía con el Observatorio Nacional de Radio Astronomía de Estados Unidos (NRAO, por sus siglas en inglés).

“Es una organización como la NASA, pero se enfoca en la onda electromagnética en la onda radio. Ellos estudian el universo en la onda radio”, explicó.

Ahí hizo dos pasantías propiamente en Astrofísica: en Socorro, Nuevo México (en 2015) y en Charlottesville, Virginia (en 2016). Mientras estaba en estas pasantías se enteró de un programa que le permitía llegar a un doctorado a través de una maestría.

Pero antes de esa maestría tuvo que esperar un año. Ahí fue asistente de profesor de colegio, le pagaban mal y tuvo que tener tres trabajos para mantenerse.

Acercarse a la Astrofísica

La maestría la comenzó en la Universidad de Fisk, en Nashville, una universidad considerada de “minorías”, en donde había bastantes latinos y estadounidenses de bajos recursos.

“Tenía miedo porque después de tantos años tenía que volver a estudiar Física, pero los profesores fueron muy buenos y pacientes conmigo. Tenía compañeros en los que nos apoyamos mutuamente en lugar de competir”, recalcó.

Luego de la maestría siguió el doctorado en Astrofísica, que realizó en la Universidad de Vanderbilt, también en Nashville.

Ahí encontró a Kelly Holley-Bockelmann, otra mujer que fue su mentora en el doctorado. Su investigación doctoral estudio las galaxias y sus conexiones con los aros de materia oscura.

“Una galaxia, como nuestra Vía Láctea, tiene alrededor de ella un halo de materia oscura que se extiende por miles de millones de kilómetros y estudiaba la conexión entre ambas”, destacó.

El último año de su doctorado era muy demandante, porque significaba aplicar a la mayor cantidad de posdoctorados posibles mientras desarrollaba su tesis doctoral. Cada universidad pública tiene cupos para investigaciones en posdoctorados, por cada posición hay más de 100 personas aplicando.

Porras aplicó a 18 opciones de investigación. Las aplicaciones se envían en octubre, pero las noticias las dan hasta marzo o abril. Mientras tanto, debía presentar su tesis en febrero para defenderla en marzo.

Solo en un programa de posdoctorado lo aceptaron, pero era una de las que más buscaba: la Universidad Yale, en Connecticut.

Este es su primer año en la Universidad Yale, le quedan otros dos más.

Priya Natarajan, su jefa en Yale, descubrió un agujero negro masivo un millón de veces la masa solar en la onda de rayos X, algo que, apuntó Porras, nunca se había visto, menos en el universo temprano, por la distancia de la luz hacia nosotros.

¿Cómo es su trabajo?

Porras es un astrofísico teórico, no se verá con grandes telescopios, una computadora es su herramienta. Con la computadora, escribe códigos y corre simulaciones del universo. Ahora, no solo estudia las relaciones con la materia oscura, también con los hoyos negros.

“Podemos pensar que una galaxia es una casa en San José y el agujero es un balón de fútbol dentro de la casa y el halo de materia oscura es San José. Son escalas sumamente diferentes. Lo que yo me enfoco es tratar de entender cómo esas escalas cambian la física de la evolución de la galaxia y del agujero negro. Y entender cómo ciertos agujeros negros crecen a nivel supermasivo (más de un millón de masas solares)”, explicó.

El gran misterio, detalló el joven, es que se desconoce cómo crecieron, entonces, a través de simulaciones puede ver la historia de esa galaxia y de ese agujero negro.

Cooperar con el país

Mientras hacía su maestría, Porras tenía claro que quería devolverle a Costa Rica. Recordó la falta de programas en Astrofísica en Costa Rica y todos los vacíos que encontró cuando se puso a buscar información y quiso colaborar con eso.

Decidió iniciar un programa para conectar a gente de Costa Rica con oportunidades en Estados Unidos. Tenía un primo que estudiaba Física en la Universidad de Costa Rica (UCR). Le dijo que se consiguiera unas cinco o seis personas interesadas. Los consiguió y Porras comenzó a darles mentorías una vez por semana.

Quiso entonces inspirar a los jóvenes a través, no solo de su testimonio, sino del de otros latinoamericanos que hacían Astrofísica. La idea era no solo que hablaran de sus investigaciones, también de su historia, para que las personas los escucharan y se vieran reflejadas.

Así conoció a otro costarricense, Esteban Araya, quien está en la Universidad de Western Illinois, y él lo puso en contacto con doctores en Astrofísica de Guatemala y Honduras. Conversando con ellos vio que esta falta de recursos y de información en Astrofísica no era solo de Costa Rica, sino de toda la región. Luego, en la red social X (antes llamada Twitter), conoció a la nicaragüense Gloria Fonseca Álvarez, y le propuso hacer un equipo mayor. Luego conoció a Valeria, otra nicaragüense, que estudiaba en EE. UU.

Comenzaron a llegar estudiantes de toda la región y de otras partes de América Latina. Ahora el programa se llama Central American-Caribbean Bridge in Astrophysics (Cenca Bridge Inc.) y busca generar oportunidades en Astrofísica en Centroamérica y el Caribe.

Este proyecto comenzó en 2016 y piensa continuar con él.

Aquel chiquillo que era fiebre del fútbol y no pensaba en las estrellas ahora trata de ver dentro de los agujeros negros, y de vez en cuando, aunque no juega, ve cuanto partido de fútbol tico puede. Hoy está muy feliz con el tricampeonato de Saprissa.