Ventas agravan caos en las noches capitalinas

Policía Municipal alega escasez de efectivos para controlar problema

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Cae la noche en el corazón de San José y los peatones se arremolinan en calles y avenidas de regreso del trabajo, al tiempo que las tiendas bajan las cortinas metálicas para dar por concluido su día laboral.

Es en este momento cuando la jornada se inicia para decenas de vendedores ambulantes que se adueñan de la capital, aprovechando el paso de mucho cliente potencial y de la poca presencia de policías municipales.

A esa hora, las aceras y bulevares se vuelven negocios que incomodan el paso de transeúntes.

La llegada de estos comerciantes achica el espacio para movilizarse y aumenta el ruido. El avance se hace aún más tormentoso por los malos olores y la basura, con frecuencia desbordada, en los caños de la ciudad.

Testigos y víctimas son los usuarios de los buses a San Luis y Santo Domingo de Heredia, en cuyas paradas se acumula tal cantidad de desechos que la gente tiene que brincar para abordar las unidades.

Así lo comprobó La Nación durante recorridos realizados en las últimas semanas.

Oferta variada. Uno de los sitios con oferta más variada está entre el Edificio de Correos y el pomposo Club Unión. Ahí se pueden comprar desde tarjetas telefónicas hasta verduras, ropa variada y cigarros sueltos.

Avanzando hacia la avenida central o a la tercera hay, además, cordones, tiras de brasier, audífonos y películas.

Los comerciantes ilegales se acomodan a casi todo lo largo del bulevar, se ven desde la plaza de la Cultura, hasta la esquina noreste del Hospital San Juan de Dios, sobre la calle 14.

En los incontables puestos ambulantes también están los que venden comidas sin ningún control o registro del Ministerio de Salud. En el menú hay buñuelos, tamales, empanadas y café.

Marcelo Solano, director de la Policía Municipal, alega que la institución no tiene suficientes efectivos para controlar las ventas ilegales.

Además, los mismos vendedores se coordinan para avisar cuando se acercan los oficiales. Así, con un silbido, un grito o un mensaje de texto, recogen en segudos la mercadería, con el tiempo justo para evitar el decomiso.

Según Solano, por semana hacen entre 200 y 250 decomisos.

Se intentó conversar con la alcaldesa josefina, Sandra García, pero rechazó dar declaraciones antes de rendir su informe de labores, este 20 de abril.

Entre tanto, el alcalde electo, Johnny Araya, promete incrementar controles y buscar cómo aumentar el número de policías.

“Hay preocupación por el caos del comercio informal; eso es una tarea importante”, dijo Araya.

El tema no es desconocido para él, pues estuvo al frente del municipio josefino por más de 20 años, hasta que se apartó en el 2013 para buscar la Presidencia de la República.

Un fallo de la Sala Constitucional, en mayo de 2013, le ordenó a Araya que, además de tomar medidas para evitar que los vendedores bloquearan las calles, atendiera el problema social.

¿Resignación? La normativa de l municipio permite establecer ventas ambulantes con una autorización y bajo ciertos límites.

“No podrán ubicarse puestos obstruyendo ventanas, entradas, esquinas donde converjan las zonas de seguridad peatonal; frente a Monumento Nacional, a una distancia menor de un 1,25 centímetros de la línea de la pared; en la línea de ascenso en la parada de autobuses; ni en aquellos lugares donde la conglomeración de transeúntes sea tan abundante que facilite la realización de actos delictivos”, señala el artículo 10 del Reglamento de Ventas Ambulantes con el que se rige la Municipalidad de San José.

Sin embargo, en la capital todas esas prohibiciones se irrespetan, sin que pareciera existir alguna forma de evitarlo.

Datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) señalan que el año pasado se denunciaron 3.135 robos o asaltos; esto es, casi nueve por día en los cuatro distritos capitalinos (El Carmen, La Merced, Catedral y Hospital). En el 2014 fueron 2.870.

Los peatones, por su parte, no tienen más que resignarse a las reglas impuestas por los vendedores, sin permiso.

“Me molesta que uno no pueda caminar por donde quiere; los vendedores ambulantes hasta se enojan si uno les pasa muy cerca de sus productos”, expresó Ana Salazar mientras intentaba caminar por el centro .

“Siempre hay demasiada gente y ellos se creen los dueños de la vía pública. Si por accidente uno se tropieza con sus cosas, hasta ‘madrean’; a mí me han golpeado con los juguetes que tiran al aire”, se quejó Meyling Pérez.

Comercio. A esos reclamos, Yolanda Fernández, presidenta de la Cámara de Comercio, añade la afectación que esta realidad produce en los comerciantes formales, porque en la calle los vendedores ambulantes no pagan tributos, cargas sociales ni registros sanitarios.

“Cualquier comercio informal va a tener incidencia sobre el comercio formal, porque lleva una serie de ventajas. Durante años hemos insistido en ayudar a que estas personas se formalicen, porque no estamos diciendo que se queden sin trabajo, sino más bien que se busquen alternativas para ellos”, dijo Fernández.