Una puerta se abre para las personas con discapacidad

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Son las cinco de la mañana. La alarma de Luis Cambronero suena y le avisa que es hora de despertarse.

Instintivamente quiere usar sus manos y piernas para levantarse, pero sabe que ya no puede.

Hace casi una década, cuando tenía 20 años, sufrió un accidente acuático que le quebró las cervicales. Hoy, Luis es independiente hasta donde su discapacidad se lo permite, ya que solo puede mover los brazos ligeramente.

La independencia le llegó gracias a la capacitación que recibe en el Centro de Vida Independiente Morpho, en San Isidro de Pérez Zeledón. Ahí, junto a otras personas con discapacidad, Luis recibió formación para llevar una vida autónoma al lado de un asistente que le ayuda a realizar tareas diarias, como vestirse y cocinar.

Esa formación lo llevó, incluso, hasta Japón, donde este tipo de programas están más desarrollados.

Por eso, nueve años después del accidente que lo dejó inmóvil, Luis tomó la decisión primero, de irse a vivir solo, y después casarse.

Puerta abierta. En Pérez Zeledón se estableció el primer centro para personas con discapacidad en el país y en Centroamérica, financiado por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA).

La filosofía de Morpho busca instruir a personas con necesidades especiales para que puedan llevar una vida lo más independiente posible.

El método consiste en ayudar a la persona con discapacidad a vivir sola y contar, por unas horas, con la ayuda de un asistente para realizar tareas como cocinar y vestirse.

Minor Ramírez, presidente del Movimiento de Vida Independiente y cabeza de este centro, explicó que la idea del modelo del asistente es que este se convierta en las “manos y piernas” de la persona.

“En tres días, se les enseña a vivir de forma independientes; incluso, se les lleva y se les enseña cómo tomar un bus y cómo hacer trámites en el banco. Tenemos un cuarto donde simulamos cómo sería vivir solo en la casa”, explicó Ramírez.

Manos y pies. El asistente permanece en la vivienda del usuario unas horas al día y se convierte en las extremidades de la persona.

Desde que abrió, en junio del año pasado, se han beneficiado 10 personas, incluidos los funcionarios que laboran ahí y quienes colaboran en las capacitaciones.

Al asistente se le paga por horas y cada beneficiario tiene uno de su mismo género, como regla general del centro. Ese asistente ayuda a varios usuarios.

El costo mínimo para una capacitación es de unos ¢400.000, el cual lo cubre el centro hasta donde le sea posible. De igual manera, si el usuario tiene el dinero, puede costear el curso.

Morpho recibe financiamiento de JICA –la agencia de cooperación japonesa–, pero solo de manera temporal hasta que el mismo Estado asuma la responsabilidad.JICA da apoyo económico; sin embargo, es el Centro de Vida Independiente Mainstream de Japón quien administra a este. Este tipo de centros son comunes en Japón y esta es la primera vez que sale de ese país y se instala en Latinoamérica. El plan es abrir otros centros en el resto del país. “Nos gustaría recibir a todo aquel que llegue a pedir ayuda, pero tenemos limitantes. Estamos hablando con instituciones como el IMAS para que colabore” dijo Minor Ramírez, director del centro.