Travesuras que reflejan curiosidad y determinación

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Tenía cuatro años, a lo sumo cinco, y Franklin Chang ya había caído en los seductores brazos del cosmos.

Mientras sus padres dormían tranquilos una madrugada, el niño se trepó al techo de su casa en Altagracia de Orituco, en Venezuela, para admirar las estrellas.

“Ese es uno de los primeros recuerdos que tengo de la fascinación con el espacio, con el firmamento y las estrellas. Luego vino el furor en torno al lanzamiento del primer satélite artificial cuando yo tenía 7 años. Todos soñábamos con ser exploradores espaciales”, recuerda Chang, quien nació en 1950.

La misma inquietud que llevó a Chang al techo de su casa aquella noche en una inocente travesura infantil, lo llevaría también al espacio siete veces.

Algunos años antes de eso, Flora Sobrado, mejor conocida como Tía Florita , daba muestras de su terquedad y determinación.

La pequeña de cinco años tenía días de recibir advertencias de su mamá, quien amenazaba con regalársela al capitán de un barco de cabotaje que pasaba cada 15 días, un “viejo grande y feo”.

La próxima vez que llegó el capitán Pinel, la niña se fue a esperarlo a la playa con un motete en los regazos, tras decirle le a su mamá: “Si usted no me quiere, yo me voy con alguien que sí lo haga”.

“Mamá se dio cuenta de que no podía decirme ese tipo de cosas. ¡Era rematada, rematada!”, dijo.

Cosas de niños. Las travesuras infantiles pueden ir desde juegos inocentes hasta pruebas de la capacidad intelectual o intentos de desafiar a los adultos, según explicó la psicopedagoga Ana Teresa León.

“Cuando se trata de niños de menos de 6 años, son cosas más inocentes. Con los niños más grandecitos, las travesuras pueden ser una forma de llamar la atención, un desafío al control adulto, una mera diablura o hasta un juego intelectual del niño con él mismo. Es normal”, explicó León.

Según la experta, cuando se trata de un acto ingenuo o juguetón no es necesario una llamada de atención. No obstante, cuando existe algún nivel de peligro, es importante explicarle al niño el riesgo que corrió. Asimismo, resaltó la importancia de respetar y fomentar las muestras de individualidad.

“Hay una curiosidad muy espontánea en los niños en la etapa escolar. Lamentablemente, a veces nuestro sistema educativo hace perder mucha de esa curiosidad durante el segundo o tercer grado cuando la escuela y el adulto le enseñan que el mundo es de respuestas correctas e incorrectas.

”La iniciativa propia muchas veces no tiene espacio y las travesuras pueden ser una forma de tratar de salirse con las suyas”, comentó León.