Relatos de oficiales de Tránsito: ‘En Pavas nos han recibido a pedradas’

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“En los piques, cuando ven presencia policial, ¡olvídelo; se vuelve miche! Obviamente, si estamos no los hacen, y si llegamos se convierten de piques a pleito”.

Así resume German Marín, director de la Policía de Tránsito, algunas de las experiencias de los oficiales de carretera, cuando deben montar operativos para prevenir o frenar las carreras ilegales en vías públicas.

La Nación conversó con dos miembros de las brigadas antipiques que están conformadas por efectivos de la Policía de Tránsito, el Organismo de Investigación Judicial y la Fuerza Pública.

Sus nombres no se revelan para garantizar su seguridad.

Uno de ellos relató que cuando lanzaron los operativos, hace más de un año, la reacción de los conductores involucrados en las carreras era mucho más violenta.

“En dos ocasiones en Pavas nos han recibido a pedradas, en Pavas y en Loma Linda, han golpeado unidades”, reconoce uno de estos oficiales, con dos décadas de experiencia.

Germán Marín recuerda otro evento similar en “la bomba La Favorita”, cerca de la Embajada de los Estados Unidos, en esa misma comunidad en el suroeste de la capital. Esa vez, incluso hubo disparos que dañaron algunas unidades del Tránsito.

Afortunadamente, este tipo de situaciones son menos frecuentes, desde que los tráficos tienen el apoyo del OIJ y la Fuerza Pública.

Uno los entrevistados confiesa que el problema de enfrentarse a estos grupos es que son grandes y hay diferencia numérica con respecto a los miembros de seguridad.

Además, muchos de los picones y quienes acuden como observadores andan armados y muchas de esas armas están en regla, con los documentos vigentes.

“¿Quién nos garantiza que cuando el ánimo se calienta, que no nos vayan a sacar el arma?”, comenta este otro oficial, destacado en San José.

Otro funcionario, con diez años de participar en operativos especiales, acepta que cuando los ánimos se caldean ha tenido que forcejear con los conductores, especialmente de motocicletas, para evitar que huyan del lugar.

“Cuando hacen piques en motocicleta, es una adrenalina bastante alta, es más difícil finalizar un procedimiento normal; les encanta que uno les persiga”, relata.

Precisamente, cuando hay forcejeos, los oficiales se enfrentan a denuncias por abuso de autoridad o agresión y ya han tenido que defenderse en procedimientos administrativos internos.

La salvación de los oficiales es que las empresas cercanas a las zonas de piques prestan los videos de seguridad como prueba.

Aunque tras los operativos no han podido remitir a un solo picón ante tribunales, los oficiales sostienen que lo importante es salvar vidas y hacer multas por otras infracciones para tratar de disuadirlos.

Por ahora, tienen otro combate interno, los policías sospechan que hay fugas de información y que así es como los picones se enteran de los próximos operativos.