Paraiseños tienen bajo cuidados intensivos a su árbol de 189 años

Especie de guachipelín fue sembrado en 1832 en el espacio que luego se convirtió en parque del cantón. Fue invadido por una parásita

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Todavía pertenecía Costa Rica a la Federación Centroamericana sin ser formalmente una república; no funcionaba todavía el primer intento de tren en Puntarenas (1857) ni había llegado entonces la primera bombilla eléctrica a San José (1884).

Era 1832, cuando el poblado de Ujarrás se trasladó a lo que se llamó luego Paraíso de Cartago. Fue también ese año cuando se plantó el árbol histórico que hoy tiene en vilo a funcionarios municipales y expertos del Ministerio de Ambiente y Energía.

Al árbol de 189 años, que de tanta historia ha sido testigo y tantas tormentas y otros desastres soportó, podría sucumbir por una parásita, como explica el director de la Oficina de Gestoría Ambiental de la Municipalidad de Paraíso, Julio Varela.

Se trata, dijo, de una “matapalo que lo había invadido” y contra la cual se le han aplicado tratamientos químicos en los últimos días, además de una poda.

Por su parte, Daniel Maclaren, investigador del Jardín Botánico Lankester de la Universidad de Costa Rica, explicó que el árbol presenta brotes originales que han reverdecido, pero está siendo dominado en su interior por otro árbol epifito invasor que, de no eliminarse, lo hará morir por falta de luz o fuerza.

Según había determinado el ingeniero forestal Marco Ortega Gutiérrez, esta una especie de guachipelín que ha sufrido los estragos por el paso de los años y la falta de mantenimiento.

Está ubicado en la esquina sureste del parque Central de Paraíso, es decir, diagonal al Santuario de la Virgen del Rescate de Ujarrás, primera patrona de Costa Rica.

El enfermo había sido revisado en junio de 2017, por Luis Sheik, conocido como el “doctor de los árboles”, quien dio recomendaciones técnicas. Según él, con un cuidado especial, podría durar hasta 500 años.

En las redes sociales paraíseñas, le urgen al municipio la intervención, mientras muchos lo recuerdan por su historia, otros por pasajes románticos o incluso quienes lo veían de niños, cada día, en su camino a la Escuela José Antonio Liendo y Goicoechea.