Memorias y rezos de doña Brígida, la centenaria

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Isla de Chira. Brígida Matarrita Aguirre es querida y admirada por los vecinos de esta isla.

No es para menos. Ella es como su gran hermana mayor.

Es una mujer centenaria, forjada a punto de trabajo y entrega. A pesar de no haber dado a luz a un solo hijo, crió a 11 que no tenían padre ni madre.

“Eran chiquillos motos”, dice. “Yo los atendía de noche y de día. Imagínese lo que molesta un chiquito, yo pasaba toda la noche para allá y para acá” , recuerda con una admirable lucidez.

Hoy cuando falta poco más de un mes para cumplir los 101 años y cuando las dolencias en sus huesos casi no la dejan caminar, doña Brígida, manifiesta sentirse muy sola y añora volver a Mauricio, el poblado donde se crió.

“Yo no me hallo aquí (en Bocana). Allá vivía a la orillita de la playa y podía ver para todo lado. Salía a buscar abrojitos para el arroz (ostiones y peces). Allí pasaban las lanchas del correo, ¡oiga usted! Ahora tengo que pasar solita todo el día” , le reclama a la vida.

También recuerda con nostalgia las celebraciones de la Navidad de los tiempos pasados.

“Cuando estaba bien yo celebraba ese Niño con todas las de ley”, dice señalando el portal que abarca parte de la sala, al tiempo que aclara que no lo hizo ella porque a duras penas se levanta.

“Ahora nada más se instala el aparato (portal). Dicen que el Niño tengo que ponerlo a las 12 de la noche, ¿pero quien va a estar a esa hora?”, cuestiona.

En su caso, a las 6 p.m. va para la cama pues al día siguiente a las 5 a.m. debe estar en pie.

Las celebraciones del rosario del Niño incluían chicha, chicheme, tamales y gallina sudada. “Una vez hasta hicimos guarapo y la gente se emborrachaba. Todo el mundo iba para Mauricio (su pueblo). Mi casa se llenaba de gente y todos comían y bebían”, recuerda entre risas.

Este año la cocinera que la atiende hizo un poco de chicha, pero dice que jamás es como antes.

Entretanto, su portal también tendrá rosario, pero será en la mañana, sin chicha, sin gallina sudada y sin la casa llena de gente.

Su deseo para Navidad, afirma, es tener salud, sobre todo, para caminar mejor.