Las 7 maravillas turísticas de Costa Rica: El verde hechizo del Pacífico Central

Es una zona conocida, PERO CON MUCHO POR DESCUBRIR para quienes desean contacto con la madre natura

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Es una zona conocida, por supuesto, pero solo superficialmente. El centro de la costa pacífica de nuestro país sigue a la espera de que los ticos descubran sus cientos de especies de aves, sus mamíferos –incluidos los fotogénicos osos perezosos– y los paisajes para guardar para siempre en la memoria.

Al pensar en el Parque Nacional Carara, playa Hermosa y el Parque Nacional Manuel Antonio, una pregunta válida es: ¿en verdad los hemos descubierto? Entre visitar y descubrir hay una diferencia, y como lo dijo Cantinflas: “Ahí está el detalle”.

Este recorrido por tres de las maravillas turísticas de Costa Rica comienza cerca del puente que atraviesa el río Tárcoles, ese que da sombra a cocodrilos y se convirtió en parada obligatoria de turistas.

La ruta nos lleva con dirección al sur, pasa por una playa con fama mundial para la práctica del surf, hasta llegar a un parque nacional con un nombre que bien podría ser el de un protagonista de telenovela mexicana. De inicio a fin hay poco más de 100 kilómetros de carretera. Viajemos.

Carara

Es un pecado pensar en el Parque Nacional Carara solo como un sitio de paso, y no como un destino con méritos propios. Esta es una falta común, y por ello quisimos expiarla con una visita.

El acceso al público está a dos kilómetros después del Tárcoles, rumbo a Jacó.

Un dato curioso es que ‘carara’ significa río de Lagartos.

La contemplación de la naturaleza es el principal atractivo aquí. Se ingresa por un sendero con un acceso universal, o sea, permite que personas con discapacidad puedan recorrer su kilómetro de distancia.

Ahora bien, si busca un paseo más escabroso, la ruta es por otro lado. Para usted son esos senderos en los que la inversión en unos buenos zapatos para caminar en la montaña cobra sentido.

Las opciones son los senderos Las Aráceas (1.000 metros), Quebrada Bonita (1.400 metros) o Laguna Meándrica (4.000 metros). Según el ritmo de caminata y cuál se elija, se puede permanecer dentro del bosque entre una y cuatro horas.

El roncar de los motores de la carretera costanera desaparecerá. De pronto, usted estará solo, si es que existiese soledad entre tanta vida: hay más de 5.000 hectáreas cuadradas de bosque primario y secundario, 350 especies de aves y un centenar de mamíferos y reptiles.

A quien camine con una mirada aguda, el bosque se desnudará en hongos multicolores, los que se adhieren a los troncos caídos: blancos, negros, naranja, rojizos...; la oferta es amplia.

Este tipo de pequeños detalles son parte de la experiencia revigorizante de una caminata por Carara.

Si dirigiese la vista al suelo, es posible toparse con las laboriosas hormigas zompopas. Si buscara con la mirada a las alturas, en algunos rincones de los árboles lo espera el asombro escalofriante y cautivador de centenares de pequeñas arañas hilo de oro.

Sigamos camino.

La suerte juega un papel protagónico cuando se trata de disfrutar de la naturaleza. Caminar sin hacer mucho ruido es una de las mejores formas de intentar tropezar con alguno de los osos perezosos, una diminuta rana venenosa o algún tepezcuintle residente del parque.

Playa Hermosa

Un punto de peregrinaje obligatorio: así es playa Hermosa para quienes le profesan fe y fidelidad al surf. Sus olas suelen alcanzar hasta cinco metros de altura. Esa tendencia de aguas encrespadas resulta suficientemente tentadora para que, desde las seis de la mañana, algunos valientes estén en el agua.

Es una zona de vegetación casi ausente, salvo por algunas palmeras. Para contrarrestarlo, existen iniciativas locales que están plantando árboles entre la calle y la arena.

Exponerse a tantos entusiastas ayuda a juntar ánimos de aprender a cabalgar las olas. Si usted estuviese interesado, no se anime en la embravecida playa Hermosa; más bien, viaje a Jacó, donde encontrará muchos instructores del deporte.

Una clase no es suficiente para decir “ya aprendí”, pero es un paso. Entrenadores locales como Marcel Oliveira no le prometen convertirlo en el próximo Carlos “Cali” Muñoz, pero al menos lo enamorarán de esta disciplina.

Ahora bien, si su elemento no fuera el agua sino el aire, ¿por qué no recorre el dosel de un bosque cercano?

Entre Carara y Hermosa, se puede montar en un teleférico de Rain Forest Adventures (2257-5961) hasta llegar a una montaña desde la que se disfruta una vista de Jacó. Luego tocará descender usando un cable tirolesa.

Manuel Antonio

En el ascenso por el sendero que lleva al mirador de Punta Catedral, el guía Andrés Morera hace una seña, sugiere hacer silencio. A los segundos se escucha a la distancia un canto melódico, es un tinamú, una de las 352 especies de aves del Parque Nacional Manuel Antonio.

Este guía añade un dato curioso: los cantos más atractivos al oído provienen de pájaros muchas veces poco agraciados; mientras que algunas que destacan por su belleza, carecen de ese don, como es el caso de las exóticas lapas.

Recorrer el sendero es más sencillo ahora: hay escaleras en las partes empinadas, estaciones de descanso y, al final, se llega a uno de los puntos más elevados abiertos al público: el mirador de playa Puerto Escondido.

La vista es embriagante, con ese verde esmeralda de las costas de Punta Serrucho. Son 789 metros de ascenso, pero vale el esfuerzo. En especial si en el camino lo sorprende unos ojos alertas de un venado y su cría, o el grito de los monos aulladores.

Por su belleza y aguas tranquilas, la mayoría de visitantes quedan satisfechos con solo bañarse en playa Manuel Antonio –aunque sean víctimas de los saqueos de monos y mapaches –.

No obstante, son los senderos abiertos al público los que permiten descubrir los tesoros semiocultos en sus 1.983 hectáreas de área terrestre y 55.210 hectáreas de zona marina.

En ocasiones, el tomar distancia ayuda a dimensionar la magnitud de algo sorprendente. En el caso de esta maravilla de Costa Rica, un recorrido desde el océano ayuda a valorar la belleza y tamaño del parque. Con suerte se puede viajar al lado de delfines, tortugas y ballenas.

En Quepos, varios operadores, como Iguana Tours (2777-2052), ofrecen recorridos en catamarán, en las cercanías del parque nacional.

Bárbara Blasco, española que visitó Manuel Antonio en agosto, aseguró que el parque sobrepasó sus expectativas. El viaje a Costa Rica fue una sugerencia de familiares, quienes vinieron años atrás.

“La naturaleza es sin duda lo que lo trae a uno aquí, me lo recomendaron bastante, es maravilloso. Vale la pena cruzar el Atlántico para conocerlo, si puedo volveré”, aseguró esta ciudadana de Mallorca.

Una vez fuera del parque, el viajero bien puede aventurarse a recorrer a caballo comunidades rurales, o descubrir que, cerca de Quepos, en el río Naranjo, se puede recorrer 10 kilómetros de rápidos.

Al terminar la odisea por esta parte del Pacífico, es posible creer aún más en las bellezas de Costa Rica, entender por qué hay miles de extranjeros que se gastan sus ahorros para conocer a los monos ardilla y los tucanes, los venados y las guatuzas. Incluso usted, al verlo con nuevos ojos, tal vez pronto quiera regresar por más.