Isleños cambian hoy el pescado y celebran con chancho o gallina

Las festividades obligan a pescadores a trabajar duro para comprar cerdo

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Golfo de Nicoya.Aquí no hay oportunidad de ir por un regalo de última hora; es más, la mayoría no recibe ni da regalos: estos son detalles casi exclusivos para niños.

Pocos construyen un portal, y aún menos son los que tienen un árbol de ciprés decorado con luces de colores en sus viviendas.

Las pulperías no están repletas de uvas y manzanas, y los estrenos se compran –cuando se puede– a los “polacos”.

Ir a Puntarenas cuesta unos ¢15.000 entre el transporte en panga y la comida, un lujo que no todos los isleños pueden darse. Sin embargo, eso no significa que el espíritu navideño esté ausente entre los pobladores de las islas de Chira, Venado y Caballo.

En esos trozos de tierra que flotan sobre el océano Pacífico, las fiestas navideñas se añoran como en cualquier otra parte del país. Eso sí, aquí, antes que todo, Navidad significa un cambio radical en la alimentación.

Al pescado se le da una tregua y su lugar lo ocupa la carne de chancho en las preparaciones más tradicionales: en chicharrones, asada, con arroz y en tamales.

Otras familias le retuercen el pescuezo a la mejor gallina del patio y la preparan rellena o adobada con papas y verduras.

Eso sí, para llevar un plato distinto a la mesa, antes deben hacer sudar la frente. Como la mayoría de isleños son pescadores, en los días previos a la Navidad deben alargar la jornada para obtener más dinero y poder comprar el chancho. La mayoría añora traerlo vivo y matarlo en la casa, pero otros se resignan con comprar algunos kilos.

“La fe es sacar unas sardinitas esta semana para ver si compramos el chancho. Por allá, en Jicaral, se consiguen baratos”, explicó Pilar Álvarez, vecina de la isla Caballo y madre de ocho hijos.

Esa isleña apuesta a que la suerte esté del lado de su marido pues la pesca a veces es como un sorteo. “Hay días muy buenos, pero otros en los que no se saca ni para pagar el combustible”, comenta Álvarez.

En esa misma isla, Keilyn Chaves tiene un deseo particular para Navidad: “Amor y paz para mi familia, y que me salgan pronto los trámites para operarme y no tener más embarazos”.

Con 35 años, esta madre ya tiene cinco hijos.

Reencuentro. La Navidad también es el reencuentro con hijos, tíos, hermanos, primos y abuelos en la isla de Chira, donde el olor a mar se mezcla con el aire fresco que corre por las llanuras decoradas con verdes guayacanes reales.

Muchos hijos de esta isla de 43 kilómetros cuadrados han emigrado y regresan para Nochebuena.

Eso le hace chispear los ojos a Esteban Montes, un activo dirigente comunal conocido como “Antolín”, quien espera la visita de dos hijas que viven en Tibás y Grecia.

Aunque la Navidad es más para los niños desde que entra diciembre, aquí se nota un aire distinto. La gente piensa en los estrenos y hasta en el “gordo” navideño.

El 24, cada cual celebra de distintas formas, dice Montes. Algunos acuden a la iglesia católica, otros a la evangélica, y los más pachangueros se van a los bailes pues se hacen dos “bailongos” en la isla.

Eso sí, poco antes de las 11 p. m., la gente busca la casa para recibir la medianoche en familia.

La esperanza de reunir a su familia también llena de esperanza a Nicolás Aguilar, verdadero guayacán de la isla Venado, quien siempre laboró como pescador, pero quiso un futuro distinto para sus hijos. Como estos estudiaron y son profesionales, dos de ellos no pasan la mayor parte del tiempo en la casa, pero sí se reúnen en Navidad.