Historias de violencia saturan camas para menores en Chapuí

Agresión familiar y abuso sexual son las causas de la mayoría de ingresos al centro

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Niños y adolescentes bromean entre sí, cosen o trazan en papel. Hablan acostumbrados a la tonada que suena de fondo, una balada romántica de moda décadas atrás.

Es muy probable que vivan hoy lo que no vivieron nunca. La mayoría sufrió abusos, agresión, y violencia antes de poner pie en el pabellón de menores del Hospital Nacional Psiquiátrico, en Pavas.

Esas injusticias los llevaron ahí, en primera instancia, y hoy manejan a como puedan todo lo que quedó estancado en sus cabezas.

Hay 18 camas en el pabellón: menores de 12 ocupaban tres de ellas al momento de la visita que hizo La Nación , a mediados de setiembre.

Uno sufre autismo atípico y dos arrastran trastornos de conducta.

Los 15 usuarios restantes eran adolescentes, huéspedes por culpa de psicosis, trastornos de conducta y de alimentación, y depresiones.

Es más común que ingresen jóvenes de 17 años, a menudo psicóticos y depresivos. El promedio de estancia es de mes y medio, aunque solo se dará luz verde a un enfermo cuando dé pruebas de estabilidad.

Rompecabezas. Claro que no es fácil reconocer a quien vive un trastorno. Aun así, Gloria Chacón, psiquiatra del pabellón, explicó que ciertos indicadores nunca fallan.

“Todos tienen un toque mágico: la lentitud, los movimientos estereotipados. Los síntomas se expresan, eso sí, de acuerdo con la edad y varían mucho”, dijo la psiquiatra.

Un niño o adolescente que falle en el estudio, se aísle y viva irritable es un posible candidato de ingreso.

La cura de los males no llegará si se maniobra solo con la mente de un joven. El acertijo va más allá; es clave escudriñar también en las cabezas e historial de sus familiares.

“La mayoría de las mamás de nuestros pacientes son sobrevivientes de violencia; como testigos o como víctimas”, declaró Chacón.

Muchas madres cargan con historias de abandono temprano o intentos de suicidio; no pocas sufrieron abusos sexuales en su niñez.

“Cómo romper esa cadena y que los niños no se vean afectados por esa dinámica es un reto”, admitió.

El equipo del pabellón atiende, en promedio, a cuatro familias por día para determinar dónde está el problema e ingeniarse soluciones.

Otro dolor de cabeza es manejar la convivencia de ambos sexos en plena etapa adolescente; eso exige un monitoreo policíaco por parte del personal. Sin embargo, el pabellón fue mixto desde sus inicios y no hay señales de que será distinto.

“Mis compañeros de enfermería hacen malabarismos para supervisar su sexualidad”, contó Chacón.

Reclamo. El Chapuí es el único hospital con una unidad de internamiento psiquiátrico para menores.

Uno de los reclamos del equipo de médicos es la carencia de una unidad igual en el Hospital Nacional de Niños (HNN).

Max Figueroa, jefe de clínica del Servicio de Psiquiatría y Psicología del HNN, aclaró que ellos sí hospitalizan a niños con trastornos mentales, pero no hay espacio para incorporar una unidad específica.

“Los recibimos, siempre y cuando no representen un riesgo por su condición, pero la mayoría de niños sí son hospitalizados aquí”, aclaró.

El HNN destina el 5% de camas a niños con trastornos emocionales, y hospitaliza 800 casos de agresión por año. Los ingresos más frecuentes son por secuelas de agresión e intentos de autoeliminación.