Frontera de Peñas Blancas: la lucha de todos contra todos

Trabajadores informales se las agencian con el fin de ofrecer sus servicios

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Peñas Blancas. La Cruz El reloj marca las 10 a. m. en este puesto puesto fronterizo y las nubes ocultan el sol ardiente. Centenares de personas que llegaron con la intención de cruzar por tierra hacia Nicaragua, agradecen el clima fresco.

La mayoría de ellos son nicaragüenses que regresan a su tierra para las fiestas de Navidad y de fin de año. Aquí, en este punto fronterizo de la región norte, hay mucho trabajo, aunque no tanto como el previsto para este fin de semana.

Se espera que, entre hoy y mañana, al menos 40.000 personas crucen el cordón fronterizo.

En las afueras, un ejército de cambiadores de moneda y de acarreadores de maletas abordan a los aturdidos viajeros para ofrecerles sus servicios. Hay mucha competencia. Ellos se han organizado como la Asociación de Trabajadores de Peñas Blancas (Asotraba).

“Nosotros somos más importantes que el banco porque atendemos a toda hora y damos el servicio completo, pues compramos y vendemos cualquier moneda centroamericana y el dólar. Aun así, no nos dejan trabajar con tranquilidad.

”A veces nos niegan el derecho al trabajo”, señala Guillermo Hudson, un cambiador que tiene 13 años de ganarse la vida aquí.

Para estos trabajadores, las cosas se complicaron hace menos de dos años, cuando se creó la denominada “zona estéril”.

Allí solo pueden estar las personas en tránsito. “No es justo. A mí a veces los policías me dicen que si quiero pasar al otro lado de la zona estéril, debo irme por esos montazales porque no estoy autorizado a entrar, ni siquiera para usar los baños del edificio de Migración”, agrega Pablo Francisco Chaves, otro cambista.

Intensa jornada. Dentro, en el edificio, 16 ventanillas reciben a las personas: ocho para las que salen, ocho para las que ingresan.

Para atender a los miles de viajeros, Migración comenzará su jornada a las 6 a. m. del sábado. Trabajará sin detenerse hasta la medianoche del lunes.

En ese periodo, no menos de 50.000 personas pasarán por ese puesto de control.

Los maleteros, en cambio, sí tienen permiso para entrar con sus rústicas bicicletas a la zona estéril.

Ahí, pulsean unos cuantos colones... o dólares... o lo que sea.

El negocio no camina bien. “Mucha gente está quitada por eso del impuesto de salida. Vienen con poca plata. Uno les cobra de ¢500 a ¢1.000 y los monta en la bici. Lo malo es que al llegar allá, al puesto de la Policía de Control de Drogas, ya no dejan pasar (la bicicleta).

”Hay que seguir con las maletas al ‘tuto’ (al hombro) ”, cuenta Pedro Antonio Vargas, un trabajador.

Unos 40 maleteros acuden cada día a la frontera. Sus esperanzas se cifran en este fin de semana.

“Aquí los días buenos son el 21, 22 y 23 de diciembre”, cuenta Manuel Uriarte, otro maletero

En promedio, un usuario dura medio minuto en la ventanilla y cuando llegan muchos debido a los buses, tardan unos cinco minutos en la fila. El horario ampliado fue ensayado en Semana Santa.

“Funciona bien. Hay gente que llega a la medianoche o en la madrugada. Antes venían y dormían acá, esperando que abrieran Migración. Ahora pasan a la hora que sea”, indicó Édgar Aguirre, jefe regional de Migración. La zona estéril tiene un restaurante; los viajeros dicen que es caro.