Rodrigo Carreras, el orgulloso hijo del padre Benjamín Núñez que representó a Costa Rica ante el mundo

Conoció a Yasser Arafat, a Fidel Castro y recuerda cuando Gonzalo Facio corregía a don Pepe Figueres y este le hacía caso

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En la cálida penumbra junto a la chimenea, en 1968, un estudiante de Ciencias Políticas se sumergió en las apasionadas discusiones de intelectuales y líderes que buscan redefinir la identidad ideológica del Partido Liberación Nacional (PLN).

Las reuniones celebradas en la finca del sacerdote Benjamín Núñez, ubicada como Patio de Agua, en Vázquez de Coronado, dieron origen al Manifiesto Democrático para una Revolución Social, un pequeño libro con 246 enunciados que encapsula el pensamiento político humanista del partido que luego el joven llevaría consigo.

Este estudiante, ubicado cerca de la chimenea, no era otro que Rodrigo Xavier Carreras Jiménez, quien, a pesar de su dedicación al PLN, nunca se consideró político.

De aquellas reuniones en la propiedad del padre Núñez, hoy su casa, recuerda que llegaban académicos de la Universidad de Costa Rica (UCR) y un grupo de estudiantes, entre ellos Fernando Berrocal, quien años después se convirtió en ministro de Seguridad Pública, a escuchar las discusiones.

“Esta casa es muy famosa, porque era la casa del padre Benjamín Núñez, mi papá. Allá por los años 70, la gente llegaba a decirle que el Partido Liberación Nacional se estaba aburguesando. ¿Se imagina usted? Y entonces, él lo que hizo fue reunir a un grupo de intelectuales de Liberación Nacional.

“Yo era, como quien dice, el WhatsApp del grupo aunque no había celulares. Entonces, el padre Benjamín me daba notas para que fuera a dejarlas en mi moto a cada uno de los miembros. Tenía que andar recorriendo todo el país como WhatsApp”, recuerda Carreras, sentado en la misma sala donde se fraguó el manifiesto.

Hijo del padre Núñez

Rodrigo Xavier Carreras Jiménez, nacido en Desamparados, San José, en agosto de 1947, es un destacado exdiplomático de 76 años que dedicó cuatro décadas al servicio exterior de Costa Rica. Se retiró hace seis años, dejando tras de sí un amplio legado en la Cancillería, donde fue vicecanciller, cónsul en Estados Unidos, así como embajador en Nicaragua, Turquía, Brasil, Israel y Cuba.

Oficialmente está registrado como hijo de Juan Carrera García, un empresario cubano, y Daisy Jiménez, costarricense. Sin embargo, Carreras revela una conexión especial con el sacerdote Benjamín Núñez, a quien considera su verdadero padre. Este detalle familiar arroja luz sobre la riqueza de su historia personal, muy ligada a la Costa Rica de la Segunda República.

Nacido el 24 de enero de 1915 en Pacayas, Alvarado, Benjamín Núñez Vargas fue un sacerdote, político, profesor universitario y diplomático costarricense de gran relevancia en la segunda mitad del siglo XX. Destacó como fundador y rector de la Universidad Nacional.

Su papel como uno de los gestores clave en la fundación de la Segunda República después de la Guerra Civil de 1948, le otorga a este religioso un lugar destacado en la historia de Costa Rica. Falleció el 19 de setiembre de 1994 en San José.

Los primeros meses de la vida de Carreras Jiménez estuvieron marcados por los sonidos de la guerra de 1948. Sin embargo, su familia se trasladó a Coronado cuando el padre Núñez fue asignado a una parroquia en esa área, iniciando así una serie de vivencias en el nuevo lugar.

Proveniente de una familia de tres hermanos, Juan, el mayor de la familia, se destacó como un apasionado musicólogo especializado en ópera, a pesar de no ejecutar instrumentos, sino en profundizar en el estudio del arte. El otro hermano, Enrique, desempeñó roles empresariales y colaboró activamente con José Figueres Ferrer, don Pepe.

El mejor canciller

Carreras se graduó en Ciencias Políticas en la Universidad de Costa Rica y completó sus estudios de Maestría en UC Berkeley. No obstante, destaca que su verdadera universidad fue haber sido jefe de despacho de Gonzalo Facio, a quien considera el único verdadero canciller que ha tenido Costa Rica.

“Fue el mejor profesor del mundo”, asegura. Facio ocupó el cargo de canciller entre 1970 y 1978, y Carreras le atribuye haberle dado estructura, forma y metas a la política exterior costarricense. Elogia la habilidad de Facio para obtener respeto en reuniones internacionales.

“A diferencia de otros, Facio no solo no seguía las instrucciones de los presidentes, sino que se atrevió a expresar su desacuerdo con declaraciones específicas”, asegura.

Por ejemplo, recuerda claramente a Gonzalo Facio pidiéndole a don Pepe que corrigiera ciertas afirmaciones para que estuvieran alineadas con la política exterior de Costa Rica, y don Pepe convocando a una conferencia de prensa para rectificar lo dicho y alinearlo con los principios de la política exterior del país.

Carrera diplomática

La primera misión diplomática de Carreras fue como cónsul en San Francisco durante el segundo año del gobierno de don Pepe Figueres, en 1972. Su carrera incluye logros académicos y profesionales destacados, entre ellos, la creación del Instituto del Servicio Exterior, actualmente conocido como Academia Diplomática.

De Arafat a Fidel

Carreras es un amante de Israel, donde fue embajador en dos ocasiones. De hecho, tiene un libro pendiente de terminar sobre el conflicto en Oriente Medio. Recuerda que durante una visita a Gaza, en 1998, llevó al entonces presidente de la Asamblea Legislativa, Luis Fishman, junto con líderes de distintos partidos políticos, a encontrarse con Yasser Arafat, líder de la Autoridad Palestina.

“En una conversación con Arafat, planteé la idea de que, según los documentos de Oslo, Palestina debía ser un país desmilitarizado. Le propuse utilizar la experiencia costarricense de renunciar voluntariamente a un ejército, como un ejemplo de un Estado sin fuerzas armadas por elección propia.

“La propuesta generó inquietud, especialmente en cuanto a la creación de empleo para miles de jóvenes palestinos (que se desarmarían)”, recuerda el exdiplomático.

Carreras también sirvió como embajador de Costa Rica en Nicaragua. Tiene buenos recuerdos del país, pero también guarda en la memoria episodios difíciles como el ocurrido en 2005, cuando un nicaragüense murió en los predios de un taller mecánico de Cartago producto del ataque de unos perros.

“Fue una tragedia. Por dicha me salvó una cosa que todos nicaragüenses confundían consulado con embajada, e iban a manifestarse contra el consulado”, recuerda.

A pesar de ese episodio, más las continuas diferencias por el río San Juan, Carreras tiene buenos recuerdos de Nicaragua. En una ocasión asegura, él y su esposa fueron recibidos por una familia de Boaco, sin que los conocieran.

Les abrieron la puerta, y les sirvieron tortillas con cuajada y café. Con este episodio ejemplifica lo hospitalario y desprendido que es el nicaragüense. “Así como son buena gente, cuando son enemigos son rencorosos. Aunque si se encuentran en una plaza se abrazan y se juran amor eterno”, dice entre risas.

Entre sus experiencias más notables se encuentra su papel como facilitador en las negociaciones entre el Gobierno colombiano y grupos guerrilleros como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), durante la administración de José María Figueres Olsen.

En ese proceso conoció a Raúl Reyes, comandante de las FARC. Sin precisar el año, recuerda que en una ocasión fue invitado a una cena con Julio Iglesias y también cuenta un episodio con Fidel Castro, el líder de la revolución cubana.

“Durante mi periodo como viceministro de Relaciones Exteriores, tuve el privilegio de encontrarme en Naciones Unidas con Fidel Castro de Cuba. Le recordé sobre la época en Costa Rica cuando, especialmente en la finca La Lucha, don Pepe y otros estaban empacando armas destinadas a la Sierra Maestra para apoyar la revolución cubana.

“Ante este relato, Fidel Castro me miró con atención y expresó un reconocimiento sorprendente. Me dijo que, de no haber sido por esas armas enviadas por el presidente Figueres a la Sierra Maestra, la historia podría haber tomado un rumbo diferente y la revolución cubana podría haber sido derrotada. Esas armas, según él, jugaron un papel crucial en el giro de los acontecimientos, permitiéndoles triunfar”, recuerda Carreras.

Vida de campo

A sus 76 años, Rodrigo Xavier Carreras encuentra su hogar en la finca “Yadhel”, en Patio de Agua de Coronado. En este rincón de paz, se sumerge en la creación de tres libros, incluyendo una novela que relata la vida de sus progenitores, Daisy y el padre Núñez. Además de su labor como escritor, dedica tiempo al cuidado de sus nietos y colabora en el cultivo de hortalizas junto a su hijo.

La casa de madera alberga recuerdos, desde fotos familiares hasta momentos de sus misiones diplomáticas, decorada con pinturas y libros que narran su vida. Dos perros le hacen compañía, y en su habitación reposan las cenizas de su esposa, Marta Eugenia Mora Rojas, fallecida hace 18 años.

Aunque nunca se volvió a casar, Carreras revela entre risas las anécdotas con algunas pretendientes. “A veces he tenido alguna novia que llega y dice ‘ay, Rodrigo, ¿por qué no cambiamos esa cortina verde de aquí?’. Le respondo que así lo dejó doña Marta y así se queda”, fin de la historia. No vuelven”, cuenta en tono jocoso.