René Castro, de canciller a equilibrista ambiental

El viernes era canciller cuestionado y el lunes ya estaba convertido en ministro de Ambiente. Las críticas vienen de muchos lados, pero es mayúsculo el respaldo de la presidenta Chinchilla.

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René Castro nunca se siente totalmente preparado para ejercer un cargo, asegura que la Cancillería “es el ayer”, cree que su sustituto en Cancillería lo hará mejor que él y ve a su antecesor, Bruno Stagno, como un “enemigo gratuito”.

Anunció que asume el Ministerio de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (Minaet) para dar el ejemplo de que se debe servir al país donde sea necesario, pero habría rechazado dirigir, por ejemplo, el MOPT. “Es muy complejo” y nada mejor podría aportar, justificó este ingeniero civil de 53 años. Él sí responde preguntas hipotéticas.

“Por dicha a la presidenta (Laura Chinchilla) no se le ocurrió”, dijo durante una entrevista reposada este lunes, su primer día como ministro de Ambiente, mientras almorzaba comida sin gluten para acabar con algo de energía una jornada en la que evitó llegar a su nuevo despacho para no enfrentarse a los ambientalistas bravos con su nombramiento.

“A ellos quisiera decirles que es necesario balancear la protección ambiental y el desarrollo. Ese es un falso dilema, una falsa disyuntiva”. Esa es una de sus prioridades en el Minaet, anunció en el restaurante especial para celiacos, una condición de salud que él se encarga de comentar cada vez que puede.

Estábamos entre sonidos musicales y el chirrido de una licuadora en el restaurante Cafetal, a 300 metros de la casa del expresidente Óscar Arias, un hombre cuya injerencia sobre este gobierno René Castro evita comentar.

“En su momento lo haré. Eso llega cuando llega”, dice con precaución especial, aunque después se apresura a decir que no cala por temor a consecuencias. “Yo ya pasé por donde asustan”, advirtió invocando un refrán de guanacastecos, una condición que también suele mencionar cada vez que puede.

¿Y no cree que las críticas de Bruno Stagno a su gestión son las manifestaciones de lo que piensa Óscar Arias?

Prefiero dejarlo ahí. No quiero elucubrar.

En política es bueno saber de dónde vienen los tiros...

Sí, pero eso no se le cuenta a un periodista —contestó mientras sostenía la primera cucharada de queque de zanahoria hecho con harina de papa, de yuca o algo que no sea derivado del trigo.

Lo que el excanciller sí tiene seguro es de dónde viene el respaldo. El apoyo es total de parte de Laura Chinchilla, la mujer a quien él, como jefe de campaña, ayudó a ser presidenta, la mujer que le confió la representación internacional del país y la que ahora lo saca de los apuros de la Cancillería para meterlo en otros.

“Difícilmente podría ver yo otra persona que reuniera la experiencia, la solidez y la confianza de mi parte”, dijo Chinchilla hoy hace una semana, cuando anunció el fin del período del canciller Castro.

Don René, ¿cuál es ese lazo tan especial que le une a doña Laura?

Nos une una misma visión del país que queremos para nuestros hijos. Es un aliciente...

Pero muchos comparten la visión con ella y solo usted fue su jefe de campaña, su canciller y ahora le da una segunda oportunidad... ¿Qué es lo especial que los une?

Bueno, ella me honra. Yo creo en su liderazgo; la vi desempeñarse en momentos de éxito y dificultades en la campaña, cuando las encuestas subían o bajaban.

Aún queda la pregunta...

Bueno, eso debería preguntárselo a ella directamente.

Castro está seguro de sus intenciones en el Minaet. La primera es moderar el ambientalismo, insistiendo en que no puede bloquear el desarrollo. La segunda, priorizar el agua en la agenda ambiental. “Tenemos que ver cómo metemos los mares en nuestro ideario ecologista; tenemos al lado dos océanos , pero somos muy terrestres. Quisiera acabar mi carrera pública dando una contribución así”.

Sin preguntárselo, ya ve el ocaso de la carrera pública que comenzó a los 25 años, cuando fue viceministro de Gobernación con Luis Alberto Monge, entre 1982 y 1986.

En ese momento se consideraba ambientalista, pero una diligencia le quitó la etiqueta. “Siendo ambientalista puro, de corazón, de pocos estudios, me tocó sacar por la fuerza a coligalleros de Corcovado.

“Yo iba con el espíritu de sacar a quien dañaba la montaña y tuve un shock al ver la pobreza extrema de esa gente, viviendo en toldos, comiendo mal y sin salud. Llegué a la conclusión de que el ambientalismo aislado es inviable en un país en vías de desarrollo. Entonces me fui a sacar mi maestría y doctorado en Harvard y me convertí en persona balanceada en lo ambiental”.

Para entonces ya había borrado aquel sueño infantil de ser presidente de la República. Presidente o astronauta. Solo presidió el alumnado del colegio Seminario, la federación estudiantil de la Universidad de Costa Rica (UCR) (“ahí hicimos el primer partido ajeno a la izquierda”) y después la Municipalidad de San José.

“Ya en esa época era evidente que yo carecía de habilidades y recursos necesarios, como dinero y oratoria, ser un negociador nato, tener más paciencia y cosas así. No las tengo suficiente”.

Pero para ser ministro de Ambiente sí se siente preparado. Espera más tranquilidad que la que tuvo como canciller, pero nada está garantizado.

Hoy al mediodía, por ejemplo, deberá someterse a las preguntas de los diputados sobre su gestión en el conflicto de isla Calero.

Como dijo el diputado José María Villalta (opuesto a la llegada de Castro al Minaet”): “lo que es seguro es que antes de René Castro isla Calero era de Costa Rica y ahora es territorio en disputa”.