Vecinos de Tucurrique resucitan su escuela más antigua

Edificio de madera se hallaba en estado deplorable y ahora recibirá alumnos

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Tucurrique, Jiménez. Las ventanas tipo guillotina, de esas que se abren de abajo hacia arriba, le facilitaban la fuga a aquella chiquilla tan traviesa. Ella solo buscaba la ventana más cercana, la abría y, por ahí se escapaba de los borradores que le lanzaba el maestro como castigo por sus diabluras.

Esa niña, llamada Nelly Luna, tiene hoy 56 años y pasó por las aulas como alumna, y luego, como directora de la Escuela Eduardo Peralta Jiménez.

Este edificio patrimonial, todo construido en madera, vio pasar a muchas generaciones de tucurriqueños, pero los azotes del clima y la falta de mantenimiento lo llevaron a un estado de ruina.

Una restauración, financiada por el Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura, logró resucitar este emblemático inmueble. El empeño de un grupo de pobladores, así como las características arquitectónicas del edificio, contribuyeron a su rescate.

Pisos de madera falseados que se hundían con solo poner el pie, láminas de cinc del techo desprendidas, cerchas colapsadas, filtraciones por doquier, comején, nidos de murciélagos y cuchitriles aledaños, construidos posteriormente, son parte de los daños que le daban al centro educativo un aspecto tuguresco.

“Era más fácil botar el edificio que restaurarlo. Las condiciones eran insalubres y no se podía dar lecciones ahí, porque los niños corrían peligro”, reconoció el director de la institución, Mario Solano, quien confirmó que ahora se habilitarán aulas allí.

El estado del inmueble era tan deplorable que el Ministerio de Salud giró una orden de clausura. Hubo personas quienes defendían la idea de quemarlo, para construir una nueva escuela.

“Le querían encender un fósforo para deshacerse de él. Yo me sentía desesperada de ver que el edificio se deterioraba a pasos agigantados. Era como ver a una persona envejecer sin posibilidad de darle ayuda”, comentó Sara María Quesada, quien se desempeñó como profesora entre 1963 y 1970, y luego como directora, desde 1970 hasta 1982.

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Desde la década de 1980, esta mujer fue una de las impulsoras del rescate de la escuela. Fue un largo camino, pues el edificio obtuvo la declaratoria de patrimonio histórico arquitectónico, en enero del 2001.

“Tocamos muchas puertas y la mayoría de las veces nos negaban la ayuda porque decían que no había dinero. Ver esta escuela restaurada es como un sueño hecho realidad”, declaró Quesada.

De vuelta a la vida. Tras una inversión de ¢147.700.000, el recinto quedó irreconocible.

“Fue como volver a construirlo. Lo primero fue demoler las covachas agregadas que estaban en pésimo estado y que no formaban parte del diseño original”, declaró el arquitecto Óscar Salas

De acuerdo con él, fue necesario sustituir el 35% de las maderas de los pisos.

“Se desmontaron los pisos, se cambiaron las piezas dañadas, se volvió a colocar el piso y se pulió para darle un acabado satinado”, explicó Salas.

La cubierta (techos) se restauró en un 100%, pues presentaba un grave problema de filtraciones. También se renovaron paredes, puertas, ventanas y se instaló un nuevo sistema eléctrico.

Uno de los elementos originales que se logró realzar fue la tapia frontal, la cual fue alineada.

También se hizo un trabajo estético en el jardín y otras áreas verdes para armonizar con la belleza del edificio.

Las fuentes históricas no coinciden en cuanto a la fecha de construcción de la escuela; empero, por sus características arquitectónicas, los expertos del Centro de Patrimonio la ubican en la primera mitad del siglo XX, en la década de 1930 o 1940.

La arquitecta Ileana Vives, directora del Centro, destacó que el centro educativo es un ejemplo de arquitectura de influencia victoriana en zona rural.

“Este edificio es una joya, pues, a pesar del deterioro causado por la falta de mantenimiento, su tejido histórico estaba íntegro; es decir, conservaba un alto grado de autenticidad”, dijo.

Vives subrayó que el acertado diseño de influencia victoriana fue clave para su conservación. “El clima de la zona es cálido y húmedo; pero el edificio está diseñado para controlar esos factores”, destacó.

La arquitecta puso como ejemplo algunos detalles como los techos altos y la colocación de una especie de rejillas de ventilación llamadas ventilas. También destacó la presencia de basamentos de concreto (pilotes) sobre los cuales se edificó la estructura, para mantener los pisos de madera alejados de la acumulación de agua propia del invierno.