La tradición de las peleas de gallos no es, de ninguna forma, exclusivamente costarricense; su práctica tampoco se reduce a América Latina.
Existen evidencia histórica sobre la popularidad de los combates desde la antigüedad en lugares como la India, China, el Imperio Persa y otros países orientales.
De acuerdo con la Enciclopedia Britannica, las peleas llegaron a la Antigua Grecia entre los años 524 y 460 antes de Cristo. En Roma, la “diversión griega” fue vista con malos ojos, aunque eventualemente fue adoptada también.
Con el tiempo y la expansión de la conquista española, las galleras llegaron al continente americano, donde abrieron sus alas hasta abarcarlo casi en su totalidad. Su presencia fue –y, en algunos casos, es todavía– común desde Argentina hasta algunos estados de Estados Unidos.
Legalidad diversa
Solo en América Latina, el estatus legal de las peleas de gallos varía considerablemente de un país al otro. Aunque la defensa de que se trata de una tradición centenaria es constante, no todos los gobiernos ni todas las sociedades ven con los mismos ojos esta actividad.
En Argentina, por ejemplo, las peleas de gallos están prohibidas por ley. Sin embargo, una ley provincial de Santiago del Estero autoriza la práctica en todo el territorio de este departamento argentino.
La ley sobre protección de animales de Chile no menciona a los gallos, aunque existe una gran oposición civil a las peleas.
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En Colombia y Cuba, en cambio, las peleas son reconocidas de forma legal y generan un gran interés en un público considerable. Colombia lleva a cabo campeonatos internacionales de peleas de gallos; además, en el 2010 la Corte Constitucional rechazó una demanda que buscaba prohibir esta actividad, junto a las corridas de toros.
En Cuba, las actividades galleras fueron despenalizada en 1980 y son controladas por el Estado.
En México, las peleas solamente están prohibidas en la Ciudad de México y los estados de Sonora y Coahuilla. En el resto del país, en cambio, son muy populares.