‘Me llena saber que ayudo a la gente con mi trabajo’

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Era la madrugada del 24 de diciembre de 2009. Aunque el bombero Óscar Portuguez iba con la adrenalina al tope, no pudo evitar conmoverse al ver cómo una humilde casa de madera era consumida por el fuego, en el Alto de Ochomogo, en Cartago.

“La casita se veía doblemente iluminada por las luces de Navidad, pero también por las llamas. Después de un rato se apagó todo... incluyendo las ilusiones de esa familia. Al ver los adornos y los regalos todos chamuscados fue muy triste saber que esas personas perdieron todo lo que tenían”, recordó Portuguez, quien desde hace 5 años trabaja en la estación de bomberos de Pacayas y en la de Cartago.

Pasar la Navidad en una estación a la expectativa de cualquier emergencia, es parte de la rutina de fin de año de este joven cartaginés. “Yo hago esto porque me apasiona ayudar a la gente. No estoy aquí por un salario. Si fuera por eso tomaría vacaciones y pasaría estos días con mi familia o en la playa con mis amigos. Pero a mí me llena mucho saber que con mi trabajo puedo servir a las personas”, declaró Portuguez, quien heredó la “adicción” a las llamas y el peligro de su abuelo .

Su jornada de un 24 y un 31 de diciembre se inicia a las 8 a. m. y concluye 12 horas después.

Trabajan dos bomberos por turno y los voluntarios que estén disponibles. “En la tarde, vienen nuestros familiares a visitarnos y nos comemos unos tamalitos. Pero si surge una emergencia, hay que dejar toda la comida tirada”, cuenta el bombero entre risas.

Otro 25 de diciembre tuvo que dedicar buena parte de la mañana a intentar rescatar un perico que se había trepado en el cucurucho de un ciprés, a la orilla de un guindo: “No podíamos quedarle mal a los niños que nos hacían gritaban ‘¡bomberos!, ¡bomberos!’. Después de un largo rato de manobras, el perico salió volando”.

A la medianoche del 31, la sirena de la estación y las de los carros suenan durante un minuto para dar la bienvenida al nuevo año.