Los testigos inertes del delito

Una bodega en San Joaquín de Flores retiene bajo custodia millones de evidencias relacionadas con crímenes. El depósito de objetos decomisados del OIJ ya no da abasto

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Es imposible conocer todas las historias que ahí se esconden. Cada pistola, cada cuchillo y cada motosierra que se amontona entre los estantes de esa bodega sin fin han estado presentes en la ejecución de algún delito.

La cantidad de evidencias que contiene el depósito de objetos decomisados del Organismo de Investigación Judicial es asfixiante y abrumadora. Cientos de cajas reposan sobre anaqueles atiborrados.

Muchos conocieron sobre su existencia gracias a un reportaje publicado por el periódico La Teja, el pasado 3 de febrero.

“Como tan diversos son los delitos que hay en el código penal, así es el tipo de bienes que se decomisan”, asegura Carlos Rubí, jefe del departamento ubicado en la Ciudad Judicial. “Nosotros nos encargamos de recibir evidencias, principalmente de causas activas. Somos el único depósito en el país, así que todo en algún momento va a terminar aquí”.

Asaltos, homicidios, portación ilícita de armas, talas ilegales, falsificación de ropa. Estos y más delitos han llevado al límite el espacio de la bodega de 80 metros por 60. Solo el año pasado se recibieron casi 45.000 artículos.

Mientras el caso continúe abierto y la evidencia tenga alguna importancia en el proceso, los objetos duermen ahí. “Hay casos donde la evidencia ya no tiene ningún valor procesal y hay que disponer de ellas”, agrega.

Cada lunes destruyen toneladas de objetos, pero reciben más de los que están en capacidad de disponer. La avalancha crece rápido.

Dicen que los peores testigos son los soplones: los que hablan de más. Acá, ningún objeto tiene boca, pero tampoco la necesita. Dicen más que muchas palabras. Son la radiografía de la criminalidad costarricense. Son los testigos inertes del delito.