La fuerza de una promesa

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Unos querían pagar una promesa, otros iban a darle gracias a Dios y el resto sintió un llamado interior a participar en las procesiones que conmemoraron ayer la Pasión y Muerte de Jesús.

Ataviados con túnicas, sandalias y capas, o cargando sus propias cruces, decenas de fieles católicos vivieron ayer su vía crucis personal en la ciudad de Cartago y en San Pablo de León Cortés.

Dichas comunidades comparten, además de la devoción por el Nazareno, la costumbre de dramatizar con un toque muy particular el tortuoso camino que ese recorrió hacia el Gólgota.

"Jesús" soldador

Este "Jesús" se llama Juan Luis Quesada Calvo. Su edad es 26 años y no 33, y su oficio es soldador, en vez de carpintero. Además, fue condenado a morir en la cruz muy lejos de Galilea: en San Pablo de León Cortés, en el valle de Los Santos.

Con la barba de un mes y las mariposas del nerviosismo revoloteándole en el estómago, este joven sanpableño asumió ayer la tarea de dramatizar el tortuoso camino que recorrió el Nazareno hacia El Gólgota.

"Da miedo saber que esto fue lo que El sintió", confesó antes de que se iniciara la procesión.

A las 9.34 a. m., Juan Luis, enfundado en una túnica blanca, sandalias negras y con algunas cicatrices dibujadas en su rostro, levantó su cruz de madera y tomó posición entre los soldados romanos.

De esta forma dio inicio una de las procesiones más gustadas en esa tierra, no solo por la representación "en vivo" de la muerte de Cristo, sino también por la forma cómo la comunidad se integra en la organización.

Héctor Mario Blanco Meza, pintor y uno de los encargados de la elaboración de los altares y del maquillaje de los personajes, comentó que unas 200 personas se involucran en los preparativos con tres meses de antelación.

Muestra de esta integración es, precisamente, la familia de Juan Luis.

Su hermana Judith asumió este año –por primera vez– el papel de María; su otra hermana, Claudia, intervino en "una caída" de Jesús. Además, sus hermanos Rónald y Christian aparecieron como apóstoles.

En esta ocasión, muchos de los actores ofrecieron su participación en el vía crucis para dar gracias por la recuperación del joven Januario Picado Navarro. (Vea nota aparte)

Una de las partes más gustadas se produjo durante la estación del encuentro de Jesús y María.

Allí, varios de los presentes se conmovieron hasta las lágrimas. "Fue muy emotivo. La madre es madre siempre y es muy doloroso ver cuando le pasa algo a un hijo", comentó Teresita Naranjo.

Pero, sin duda, el momento culminante se produjo cuando el soldador que representó al Nazareno fue llevado al Gólgota junto con los actores que personificaron a Dimas y Gestas, los dos ladrones que murieron con Jesús.

El público, congregado en el parque de la comunidad, siguió con detalle todos los signos que allí se dramatizaron hasta que, a las 12:35 p. m., Juan Luis miró al Cielo y exclamó: "Padre, a ti encomiendo mi espíritu".

Promesas

El vía crucis de Cartago, uno de los más tradicionales del país, se caracterizó por la congregación de promesantes, que vistieron como la guardia romana del gobernador Poncio Pilatos.

Esta guardia avanzó con un solemne paso marcial sobre kilómetro y medio de asfalto.

Los más jóvenes se vistieron como sayones, los guardias verdugos del imperio romano, mientras los mayores, dotados de capas y lanzas, recrearon a los soldados de Pilatos.

Una docena de sayones, que fue rotando cada 100 metros, cargó la doliente imagen de Jesús.

Arnoldo Meza contó que los 220 falsos militares pertenecen a la hermandad de Jesús de Nazaret, que se fundó en 1918.

La escena más emotiva del vía crucis la recreó Alexandra Vanessa Gómez quien encarnó a la Verónica, la mujer que le enjuga el rostro a Jesús.

Gómez no tuvo que forcejear con soldados para llegar al rostro de Jesús, como lo hizo la Verónica.

Al contrario, la joven de 16 años subió al anda de Jesús con la ayuda de los uniformados.

Sin embargo, cuando Gómez reprodujo las palabras de la Verónica rompió el tiempo que distancia las escenas.

Sus palabras fueron tan emotivas que las lágrimas humedecieron los asoleados rostros de algunos promesantes. Gómez, quien ofreció la escena a la memoria de su abuelo recién fallecido, también sucumbió al llanto.

De vuelta al asfalto, Gómez se sumó al resto de mujeres y acompañó a la imagen hasta el calvario, frente a la Basílica de los Ángeles, donde concluyó la marcha.

Colaboró en esta información Maricruz Cordero, corresponsal de La Nación.