Choferes trastornan vida en barrios por huir de presas

Conductores salen de vías principales ante congestión vial sin solucionar

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María Cecilia Obando considera dejar el barrio herediano La Granja por el escándalo y el peligro que causa, cada mañana y tarde, la “nueva” fila de carros que pasa frente a la casa que habita desde hace más de 15 años.

En el pasado no era así, dice Obando. Antes eso era cafetal y un angosto camino de piedra, y los niños, viejos, perros y gatos cruzaban la calle sin riesgos. Pero ahora, el colapso en la vía del frente dañó hasta su veranera.

Mientras decenas de vecinos reclaman por la creciente oleada de carros, Pablo Sánchez, vendedor de carnes, y Ana Yancy Castaño, empleada de un salón de belleza, agradecen que su cartera de clientes vaya engordando. Cada día, más y nuevas personas pasan frente a sus lugares de trabajo en el barrio La Lilliana, también en Heredia.

Para bien o para mal, la urgencia de los choferes por escapar de las presas en las principales vías de la Gran Área Metropolitana (GAM) altera, cada vez más, la calidad de vida y seguridad vial en barrios y residenciales.

“Esto no nos gusta; nuestro objetivo es agilizar el flujo en vías principales sin degradar zonas residenciales. No podemos inundar la ciudad de carros; estamos sujetando la calidad de vida de las personas al flujo de tránsito”, dijo Leonardo Castro, experto en planificación del transporte.

Junior Araya, director de Ingeniería de Tránsito, del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), afirmó que no existen estudios sobre cuánto afecta esta creciente costumbre la calidad y vida útil de las calles secundarias, mas admitió que es muy probable que se deterioren más.

“Los niveles de congestión vial son tales que la gente ya ha buscado sus rutas alternas. podría existir afectación o deterioro en esas vías (que no están preparadas para eso) pero eso no lo hemos cuantificado. En toda ruta sí es vital es respetar, ante todo, las normas de tránsito”, dijo Araya.

El detonante de la inundación en vías que solían ser poco conocidas es que la cantidad de vehículos en el país –que ya llegó a 1.525.000 unidades– crece a un ritmo mucho más acelerado que las obras de infraestructura vial.

¿Qué hacer? Sebastián Urbina, viceministro de Transportes, coincidió con Castro y Araya en que la solución está en mejorar la infraestructura pero, además, en desincentivar el uso privado e individual del transporte, mediante la erradicación de parqueos públicos y la inversión en reductores de velocidad, por ejemplo.

En esos desincentivos trabajan alcaldes como Édgar Mora, de Curridabat, y José Manuel Ulate, de Heredia, pues en sus cantones muchos barrios son usados como vías de escape en las horas pico.

Como instrumento de batalla, Mora se enfoca en incorporar “orejas” en las aceras y rampas berlinesas. Así se asegura de que la velocidad de los carros no supere los 30 kilómetros por hora.

Aunque aprueba el uso de vías alternas, Mora prioriza la protección y tranquilidad vecinal.

Ayuda en GPS. Para llegar a esas calles que atraviesan barrios, muchos conductores, como Róger Campos y Johnny Miller, siguen a Waze, una herramienta móvil de geolocalización.

“Waze es una salvada, mucho más en este país, donde las direcciones por calle son imposibles y no existen mapas claros. He manejado por todo el país, y por los atajos siempre llego a los sitios en la mitad del tiempo”, aseguró Miller, vecino de Heredia.

Esta aplicación le permite a cualquiera con un smartphone o tableta (conectados a Internet) tener acceso al estado de tránsito en las calles y conocer –en tiempo real– todo tipo de rutas alternas que, en teoría, les permiten aligerar su llegada al destino final.

Para Mario Calderón, director de la Policía de Tránsito, lejos de ser perjudicial, Waze llegó como “salvación” al caos que caracteriza especialmente al área metropolitana.

Con él discrepa Leonardo Castro, quien insiste en que la saturación de los barrios no es una solución sino un nuevo problema, el cual deberá resolver el país una vez que se torne insoportable.