Una banda tricolor cubre el pecho del presidente número 47

Mandatario conmovió al abrazar a su padre en la tarima

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Antes de dar su primer discurso como presidente, Luis Guillermo Solís Rivera dirigió su mirada a los invitados especiales para buscar a una persona en particular. Sin importar el protocolo, la levantó para llevarla hasta el frente de la tarima.

Freddy Solís, su padre, su bastión, su amigo, caminó con pasos cortos y aunque encorvado por los años, llevaba la frente en alto. Con ternura, se abrazaron. Fue una de las primeras cosas que Luis Guillermo Solís, aquel que en octubre invitaba a que lo conocieran, hizo como mandatario.

Apenas minutos antes había recibido de manos del presidente de la Asamblea Legislativa, Henry Mora, la banda presidencial, es misma llevó sobre su impecable traje la ahora expresidenta Laura Chinchilla.

Ese acto marcó el inicio de la administración Solís, pero el día había comenzado temprano, muy temprano, para este hijo del cantón de Montes de Oca.

La madrugada lo sorprendió mientras hacía su tarea: terminar el discurso presidencial. Solís habló con la prensa minutos antes de las 7 de la mañana. Lucía sereno, apacible. Conversó con tono amable; contestó con gentileza y su semblante solo se tornó serio al abordar temas como la ética en la función pública. Para él, ese siempre ha sido un tema serio.

La mañana se hizo corta. Los invitados especiales desfilaron por el aeropuerto Juan Santamaría: Evo Morales (Bolivia, a las 2 a. m.), Danilo Medina (República Dominicana, 8 a. m.), Francisco Álvarez (canciller panameño, cerca de las 9 a. m.), Rafael Correa (Ecuador, 9:30 a. m.), Juan Orlando Hernández (Honduras, 9:40 a. m.), Jorge Arreaza (10 a.m., vicepresidente de Venezuela), Otto Pérez Molina (Guiatemala 10:10 a. m.) ... el mediático Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón lo había hecho desde el día anterior.

Las graderías del Estadio Nacional fueron cubiertas por una variopinta multitud. Todos llegaron movidos por el mismo hilo: esperan un cambio para Costa Rica. Lo de esta mañana en el recinto deportivo fue una fiesta democrática con miles de invitados. La ceremonia de traspaso comenzó a las 10:39 a m. Laura Chinchilla, porte señorial, no dejó de sonreír. Frente al escenario, hileras de niños vestidos de blanco, azul y rojo formaban dos banderas de Costa Rica.

11:11 a.m. Luis Guillermo Solís hace su ingreso a la joya de La Sabana. El griterío emula aquellos de la eliminatoria mundialista.El mandatario se abre paso de la mano de su esposa, Mercedes Peñas. Saluda con gran naturalidad. Quizá recuerda que 1,3 millones de ticos le confirieron la responsabilidad de su vida: dirigir por cuatro años los destinos del país.

Será el presidente número 47 de Costa Rica. En las graderías se agitan banderas de papel. El ambiente es muy criollo. Le toma dos minutos llegar hasta la tarima. De repente, el Estadio grita. "Sí se pudo, sí se pudo", se escucha. Es un acto espontáneo. A eso de las 11: 30 a. m., el presidente de la Asamblea Legislativa, Henry Mora, comienza su discurso. "Debemos celebrar y en grande; debemos festejar con enorme alegría", pide.

Quince minutos más tarde, Solís es llamado a tomar el juramento presidencial. Es el momento más esperado. El nuevo mandatario sigue sereno. Tras cumplir con el protocolo, saluda con su mano izquierda. Son las 11:47 a. m. Laura Chinchilla se despoja de la "pesada" banda presidencial. Solís la recibe con humildad... y con firmeza.

Entonces, el mandatario saluda a la exmandataria a la usanza española: con besos en ambas mejillas.Luego camina hacia el frente con su esposa y regresa para sacar de entre los invitados especiales a su baluarte: su padre Freddy Solís.

Y habla con la elocuencia de los grandes oradores. Recuerda que el poder no es un cheque en blanco y pide a los costarricenses que estén ahí para cuando necesiten llamarlo a cuentas. Termina con un llamado a la paz y a la esperanza.