Epifanía y la misión

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Luego de iniciar año, hemos tenido la oportunidad de reflexionar mucho acerca del lema elegido por el Papa para la Jornada de Oración por la Paz: Fraternidad, fundamento y camino para la paz.

Sin la fraternidad que se sostiene en la común paternidad de Dios, no se puede combatir la guerra, la pobreza ni el deterioro del medio. Se impone una fraternidad favorecedora, además, de la escucha y del abrazo.

Y el primer día del año, además de esta jornada por la paz, vivimos la fiesta de Santa María Madre de Dios. Así tuvimos ocasión de contemplar el primer dogma mariano. Un don del concilio de Efeso en pleno siglo V, enfrentado a Nestorio y sus enseñanzas.

Ahora llegamos a este nuevo día del Señor en que la idea clave es “manifestación”, epifanía.

El relato de la fiesta de hoy tiene un claro propósito teológico y se insiste en un dato que es clave: el Señor nació en Belén y hereda el honor de la familia de David.

También se recoge la tradición de que la llegada de un gran personaje era precedida por la aparición de una estrella y que los pueblos extranjeros venerarían al Mesías nacido en la ciudad de David.

El relato destaca dos actitudes: los paganos adoran y los miembros del pueblo de Dios del antiguo testamento se comportan de manera grosera y animan hasta la persecución.

La adoración de estos sabios venidos de lejos hace pensar que el mensaje del evangelio se dirige a todos. Hay aquí un matiz universalista innegable y retador: hoy día hemos de considerar que manifestar Cristo al mundo es un reto que lo es a diario y nadie queda por fuera de cuanto se propone.

Esta es una fiesta muy misionera. Proponer a Cristo a los seres humanos es un tema de primera importancia, sobre todo, luego de cuanto ha dicho el documento de Aparecida sobre la cuestión del anuncio o lo que Evangelii gaudium ha afirmado acerca de la urgencia de renovar el espíritu misionero en este aquí y ahora de la historia. A todos solo resta desearles una cosa: feliz día de Reyes.

Pbro. Mauricio Víquez L.