Protagonistas del bachillerato: uno le dio la vida y el otro lo vio morir

El exministro Francisco Antonio Pacheco y el director de Gestión de Calidad del MEP, Pablo Mena, son dos actores clave en la vida del polémico bachillerato, que este año se aplicó por última vez

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Las pruebas nacionales de bachillerato llegaron a su fin este año, con él se cierran 31 años de mediciones, no faltas de críticas y polémica.

Estas evaluaciones se aplican desde mediados del siglo XIX, aunque fue hasta 1892 que se elaboró el primer reglamento. Se conocían como exámenes de grado.

Se realizaron hasta 1973 cuando un decreto las dejó en suspenso, pero fueron revividas en 1988, cuanto el entonces ministro, Francisco Antonio Pacheco, para poner fin al “caos” y la “disparidad” que encontró.

En 2019, las nuevas autoridades educativas consideran que luego de 31 años de aplicación, el bachillerato ya no llena las nuevas necesidades y cierran el ciclo. En su lugar, llegarán los exámenes de Fortalecimiento de Aprendizajes y Renovación de Oportunidades (FARO).

Estas son las razones del que inició y del que puso candado a la última era del bachillerato. Ellos son Francisco Antonio Pacheco, exministro de Educación, y Pablo Mena, director de Gestión de Calidad del MEP, respectivamente.

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Francisco A. Pacheco: Es como decir ‘quitemos Riteve y todos los carros van a andar bien’

–¿Por qué instaurar bachillerato en 1988?

–Cuando yo llegué al Ministerio de Educación Pública, en el 87, me encontré un caos y lo denuncié así al país, muy abiertamente. Los profesores no cumplían el calendario escolar, ya por ahí de estas fechas, finales de octubre, comienzos de noviembre, muchos decían que ya habían visto la materia y se terminaban las clases (...).

“Al sistema le faltaba cohesión, organización y, obviamente, yo había lamentado que se eliminara los exámenes de bachilerato y en en general me pareció oportuno que se instauraran pruebas nacionales estandarizadas” (...).

"Entonces, el examen se convirtió, por lo menos mientras yo estuve, en un gran estímulo para profesores, para alumnos, para padres de familia, que ante la perspectiva de un examen intensificaron la preparación de los muchachos.

–¿Ese espíritu se mantuvo a lo largo de 31 años?

–Es lógico suponer que no se mantuviera al mismo nivel, pero yo apostaría que quedó mucho de eso., yo veo la preocupación de la gente por el examen de bachillerato. Fíjese que no es un invento nacional, en muchísimos países existen ese tipo de pruebas terminales, son una especie de rendición de cuentas final, de parte de los estudiantes, de parte de los profesores, de parte de las instituciones. (...).

"Una de las cosas, me lo dijo el señor presidente de la República cuando era candidato –porque el presidente yo creo que ha sido en mucho el que ha animado la eliminación del bachillerato– es que es una traba para conseguir empleo . Ahí hay un error, un matiz, que hay que trabajarlo para que la gente vea la realidad.

"Ciertamente se pone el bachillerato como una exigencia para obtener un empleo, porque se sabe que responde a una cierta formación. Si no se pone el bachillerato como exigencia, pues sí, todo el mundo va a ser elegible, pero de todas maneras van a escoger a los que tengan más temple, mejor carácter, más conocimientos .

–Los impulsores de FARO dicen que bachillerato medía conocimiento y ahora interesan más las habilidades

–Esa es una vieja historia, el desprecio por el conocimiento viene de la escuela progresiva. No hay sistema educativo que valga la pena donde no se valore el contenido del conocimiento y no se valore la memoria. Se dice que es una educación memorística, despectivamente, yo quisiera que fueran a hacer un examen de cuánto aprenden de memoria los estudiantes de Costa Rica.

"Yo no sé, es posible que haya profesores memoristas que obliguen al alumno a recitar la lección, tanto se dice que sospecho que haya, bueno, pues ese es el problema que hay que tratar, el método que usan los proefesores para enseñar. Le podría hacer el repaso de lo que aprendí de memoria, comenzando por la recitación El Arbolito de don León Vargas, en la Escuela Ascensión Esquivel de Alajuela. Creo que me alcanzan los dedos de la mano para decir lo que aprendí de memoria (...)

"Creo que nos entretenemos quitando pruebas que cumplen una función, en lugar de ocuparnos en lo central de la educación.

–Usted ha defenido el bachilerato ¿dónde está el problema?

–Eso que me dice usted es como si a mi me dijeran: “quitemos Riteve y todos los carros van a andar bien", “quitemos la mamografía y se acabó el cáncer", “quitemos los Diez Mandamientos y ya todos somos santos”. Los problemas están en el sistema educativo, cuando yo me entero que, creo que mitad de los muchachos y muchachas que salen de sexto grado no comprenden lo que leen, tengo una pista enorme para entender el fracaso de la secundaria.

–¿Pierde el país con el fin de bachillerato?

–Yo creo que pierde enormemente. Veamos. Las pruebas FARO, a mí cuando me hablan de que no van a medir conocimiento sino habilidades, ya eso es un abaratamiento en sí mismo. En todas partes del mundo se miden conocimientos, la formación no ocurre en abstracto. Uno necesita tener conocimientos, incluso para reformarlos durante la vida, educar por educar sin contenido, preocupados mucho del método y muy poco de la materia, de la sustancia, creo que es un error.

"El otro error, no quiero hacerle zafa, yo creo que fue preferible que dejaran esa pruebas que llaman FARO, –ojalá iluminen algo– a que quitaran del todo, creo que fue un compromiso porque en el Consejo Superior de Educación había gente que entendía que era un error quitar bachillerato, pero por contemporizar con el ministro, pues llegaron a ese arreglo, que es un grave error y es un grave error del ministro, haber promovido eso.

Pablo Mena: ‘No queremos un estudiante enciclopedia’

–¿Cuándo comenzaron a madurar la idea de retirar bachillerato?

–Cuando la Administración asume en mayo, el ministro de entonces (Edgar Mora) se cuestionaba… Habíamos tenido cambios en política curricular y en casi todos los programas, para que los estudiantes aprendieran por habilidades y no por objetivo, como se venía dando en el pasado. Había un cambio, de que los procesos educativos deben estimular que los estudiantes desarrollen habilidades, en ese marco estábamos, en el marco de la evaluación más que de un contenido o un conocimeinto, del desempeño en esa habilidad. Una de las preguntas fue ¿cambiarmos la evaluación?, la respuesta fue: “no”, y el preguntó ¿las pruebas nacionales las cambiaron? y no, llevábamos 30 años de aplicar el mismo formato.

“Así surge la iniciativa de proponer un nuevo modelo de pruebas nacionales. Nos llevó a investigar, a documentarnos sobre cómo debía ser un nuevo modelo de pruebas nacionales (...) Ahí encontramas voces que criticaban seriamente la propuesta de bachillerato”.

–¿Cuáles eran las principales críticas?

–Una crítica muy importante al bachillerato es que era un cuello de botella, entendiendo que era la prueba al final de la secundaria, cuando ya habían terminado la educación secundari; que se les hacía un examen y que si lo fallaban quedaban en un limbo, de que no estaban ni el colegio ni tenían título. En ese escenario, el Ministerio de Educación Pública poco hacía por atender a esos estudiantes.

"Era un cuello de botella porque lo hacían al final, y no tenían oportunidades de repetirlo para mejorar antes de graduarse. Si la ganó se graduaba y si no implicaba que podía repetirla varios años. Teníamos un importante porcentaje de estudiantes en ese marco, ese porcentaje rondaba el 5%. Varía año con año, al día de hoy tenemos 45.000 estudiantes en ese limbo, quedaron rezagados. Ganó su colegio y no obtuvo su título de bachiller. Esa población aunque es un número considerable no siempre ha aplicado pruebas. Hemos dado seguimiento y concluimos que la población llega a los 25 o 26 años, y después rara vez vuelve a hacer el examen.

“Entonces teníamos que hacer algo primero para no aumentar ese porcentaje, segundo, atender a esa población, y tercero, que la que ya teníamos en esa situación, estos 43.000 ciudadaos, también poderles dar una respuesta. En ese marco comenzamos a analizar el formato de pruebas nacionales FARO (...)”.

–¿Se hicieron ajustes en los programas o en la forma en cómo se impartía?

–Creo que muchos de esos ajustes se hicieron, pero el más importante debía ser en los centros, y ahí encontrábamos resistencia bajo argumentos como que ‘era la generación de ese año’, porque era o muy mala o muy buena, achacaban las responsabiliad de altos o buenos resultados a una generación y como fue esa, la que viene es diferente, entonces no aplica, lo cual a todas luces no es un argumento válido, sobre todo cuando uno, después de años de seguimiento a través de diferentes generaciones, se da cuenta de que no está asociado a una generación sino a otras condiciones del centro educativo (...).

“Nosotros como MEP, plantemos un informe que incorporaba resultados por centro educativo, que le hubiera permitido tomar acciones, pero veíamos que no estaba generando efectos, entonces teníamos que propiciar algo que apalancara más los cambios, es ahí donde se propone FARO”.

–¿Sirvió para algo bachillerato?

–Creo que sí, pero actualemente ya no. Actualmente, necesitamos algo que nos dé más información y que sirva más, es necesario mas no suficiente. Nos ayuda en algunas cosas, para tomar algunas decisiones, pero no está ayudando en otras, en la educación tenemos más exigencias.

“Es decir, ahorita queremos un estudiante que una vez que curse la secundaria no solo conozca muchas cosas, evidencie dominio de mucho aprendizaje, sino que además evidencia alto desempeño, es un paso más allá. Es decir, no queremos un estudiante enciclopedia, está bien que sepa mucho, muy importante, sino que sepa aplicar eso que sabe para resolver situaciones que se le pueden presentar en su vida, en la universidad, en su familia. Es decir, apostamos por un conocimiento más aplicado a resolver situaciones cotidianas”.