Prejuicios alejan a mujeres de matemáticas y ciencias desde escuela hasta universidad

Estado de la Educación determinó que ideas preconcebidas sobre habilidades para la población masculina y femenina comienzan incluso en formación de educadores

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“Las mujeres no son tan talentosas como los hombres para los números, por eso se les da menos eso de las matemáticas y las ciencias. Lo mismo pasa con los deportes”. “Las mujeres por naturaleza son cuidadoras y buenas para las letras y las artes, los hombres no tanto”.

Estas frases, aunque la evidencia científica las ha superado, siguen presentes en las mentes de algunos costarricenses, y acompañan a las niñas a las aulas desde primaria y hasta la universidad. Se trata de una realidad que las va alejando de carreras relacionadas con las ciencias, tecnología, matemáticas e ingeniería (STEM, por sus siglas en inglés).

Pero ellas no son las únicas que se ven afectadas con los prejuicios; los hombres, aunque de manera diferente, también, porque los expulsan antes del sistema educativo.

Estas son las conclusiones de dos capítulos del Informe Estado de la Educación, que abordan los sesgos de género en la educación y la participación de las mujeres en las carreras STEM. En el capítulo IV, el documento señala que “las desigualdades de género han sido abordadas en la política pública educativa, pero de forma parcial e insuficiente”.

“No nos alcanza, la normativa que hay no es suficiente”, resumió Jennifer León, investigadora del Estado de la Educación que se encargó de los capítulos relacionados con la brecha de género.

El texto señala que en el país sí se garantiza el acceso igualitario a hombres y mujeres desde la educación preescolar, pero los sesgos comienzan a manifestarse en las aulas desde que los estudiantes llegan al sistema educativo.

“Lo primero que hicimos fue ver si hay desigualdades y no solo diferencias, porque en cualquier sistema humano hay diferencias. El problema es cuando de forma sistemática estas condiciones se atribuyen a algo que no tiene nada que ver con las habilidades propias de una persona para aprender o no aprender y la persona por sí misma no puede superarlas”, destacó León.

“Estas diferencias aparecen a edades muy tempranas. A nivel de primaria ya encontramos desigualdades importantes, conforme avanzamos hacia secundaria vemos que estas diferencias, lejos de desaparecer, se cristalizan y terminan materializándose de manera muy concreta en la universidad, con la elección de carrera. Y luego en el mercado laboral, siguen con la segregación que tenemos entre hombres y mujeres, especialmente en carreras de alta demanda”, añadió.

Linda Madriz Bermúdez, directora de la Escuela de Ciencias de la Educación de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) opinó igual. “El tema de que haya menos mujeres que hombres en ciencia no tiene que ver con las capacidades, sino con temas de acceso. Es algo disimulado, no se ve a simple vista, creemos que todo es igualitario, pero ahí está”, señaló.

La física y oceanógrafa Silvia Chacón Barrantes no vivió estos sesgos dentro en la familia mientras crecía, y esto hizo que más bien tuviera confianza. Su papá es químico y su mamá matemática. El sesgo nunca estuvo en su familia.

“El sesgo de que las matemáticas no eran para mujeres nunca estuvo. En la casa se hablaba mucho de ciencias y matemáticas desde lo cotidiano. Fue natural para mí. Mi mamá era profesora del Tec (Instituto Tecnológico de Costa Rica)”, comentó.

Pero Chacón es una excepción. León habla de que el rol de la educación es crucial, dado que en los centros educativos es donde más bien se debe luchar contra los sesgos y prejuicios que muchos estudiantes llevan desde el hogar.

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Las aulas universitarias son testigo de esto. Rosaura Romero Chacón, decana de la Facultad de Ciencias Básicas de la Universidad de Costa Rica (UCR), quien es química de profesión, indicó que en su época de estudio eran mucho menos las mujeres en estas carreras. Ahora, cada vez se ven más en Química (ya casi se llega al 50%) o en Biología. Pero no han logrado equipararse en otras áreas, como en Matemáticas, Física o Ingeniería Eléctrica o Mecánica, donde están por debajo del 40%.

“Sí hay un avance, pero no el que uno quisiera. Sí hay aumento de interés en las muchachas que nos dicen que quieren estudiar alguna ciencia, pero queda mucho trabajo por hacer. Lo ideal sería que si en población somos uno a uno, no hay razón para no tener una representación igual en estas áreas del conocimiento, porque no hay diferencias en habilidades ni de capacidades, es algo más cultural”, manifestó.

Vanessa Smith Castro, investigadora de la UCR y quien también trabaja con temas de género, habla de cómo estos prejuicios afectan a ambos sexos.

“Todas estas ideas afectan a hombres y mujeres desde que nacen. Esto limita las posibilidades de desarrollo. No estamos diciendo que hombres y mujeres no tengan diferencia, el punto es que estas diferencias no son en capacidades, pero sí hay diferencias en acceso a, por ejemplo, las carreras”, dijo.

“Si tenemos la idea de que los chicos son mejores para unas materias y las chicas para otras, esto va a hacer que se sientan excluidos de ciertos espacios, y esto les pasa a las mujeres en ciencias y matemáticas”, agregó.

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Impactos diferentes en hombres y mujeres

Estas ideas preconcebidas afectan de forma negativa tanto a hombres como a mujeres, pero de manera diferente. En el caso de los hombres, estos tienden más a salirse del sistema educativo, de manera más temprana y en mayor medida.

“Hay estudios internacionales que dicen que ellos encuentran la escuela y el colegio muy aburridos. Y también está esta construcción social de que ellos tienen que desafiar la autoridad”, dijo León.

Smith añadió otra razón de peso: “también a los hombres se les tiene esa concepción de proveedor y se les saca de la escuela o colegio para trabajar. Esto afecta mucho. No es un asunto de ganadores y perdedores. Aquí todos perdemos”.

A las mujeres, en cambio, les va mejor en la escuela, pero cuando se trata de medir conocimientos en las pruebas estandarizadas se ve que hay diferencias, principalmente en las áreas de ciencias y matemáticas. Esto se da en todos los estratos socioeconómicos y en todas las zonas geográficas.

Al llegar a la secundaria, con las pruebas PISA, estas diferencias en ciencias y números se hacen todavía mayores. En ese sentido, Costa Rica está entre los países con mayores brechas entre los países de la OCDE, según el informe.

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Cuando se llega a la universidad, entran más mujeres que hombres, pero al ver las carreras relacionadas con ciencias hay más hombres que mujeres.

“Cuando hacemos un análisis de por qué suceden estas cosas, vemos que hay un asunto de actitud socioemocional. Por ejemplo, la confianza de las mujeres en sí mismas, qué tan buenas se sienten en matemáticas, cómo se ven en un futuro. Y esto afecta la elección de carrera. Si yo siento que soy muy mala en matemáticas, yo no voy a elegir una carrera relacionada en la que sé que tengo que llevar mucho cálculo o mucha ciencia”, dijo León.

“Esto genera oportunidades desiguales. No es que el Informe del Estado de la Educación diga que todas las mujeres deben ser ingenieras o científicas, es que nuestro currículo diga que las mujeres y hombres deben tener las mismas habilidades y que de esto parta la toma de decisiones a futuro. Ese debe ser el punto de partida. Que las niñas definan su carrera en sus gustos y en cómo quieren verse y no en un ‘como me siento mala en matemáticas, no voy a estudiar esto’”, añadió.

Romero coincidió con este punto de vista, y dijo que toda esta realidad se refleja en las ferias vocacionales. “Algunas mujeres quieren una ciencia básica, pero les da miedo porque sienten que no son capaces. Y eso es algo que desgraciadamente les han hecho creer desde pequeñas. Esos estereotipos de que las mujeres son más para carreras relacionadas con cuido y los hombres con los números, a nivel cultural eso sigue existiendo”, comentó.

En uno de sus estudios, Smith investigó cómo esas creencias de que las matemáticas son dominio masculino impactan en la autoeficacia, es decir, la creencia que se tiene de poder resolver los problemas. Allí vio que los resultados de la porción de matemáticas del examen de admisión de la UCR, independientemente de la inteligencia, la que iba más segura al examen le iba mejor. Y esa autoeficacia iba determinada por ese dominio que se creía de que las matemáticas eran un campo masculino.

“Lo bueno es que la autoeficacia puede trabajarse, podemos trabajar sobre esta confianza y eso ayuda a mejorar las puntuaciones”, puntualizó.

Las emociones también juegan en la escogencia de carrera. Cuando Chacón eligió carrera universitaria no se fue en primer momento por la ciencia. Ella fue segundo promedio de admisión en aquel entonces (1995), y quiso ser arquitecta.

“Fracasé estrepitosamente en los cursos de diseño. Me salí y estudié Ingeniería Civil. Estando en segundo año descubrí los cursos de Física y fue como si se abriera el cielo: ¡era lo que quería hacer! Pero mis miedos comenzaron a surgir, porque en aquel entonces tenía que buscar maestría en el extranjero y tenía dudas de si podía irme fuera del país, siendo yo tan apegada a mi familia”, recordó.

Cuando entró a estudiar Física eran solo cuatro mujeres y todos los docentes eran hombres. Ahora la situación es diferente, hay mayor presencia de mujeres y hay profesoras en los cursos de Física.

A la inversa esto también se da. Madriz comentó que esto puede disuadir a hombres de estudiar carreras en las que podrían ser muy buenos, pero tradicionalmente son consideradas femeninas, como las relacionadas con Educación (especialmente las orientadas a preescolar y primer ciclo) o Trabajo Social o algunas artísticas, como la Danza.

Cuando el prejuicio comienza en formadores de docentes

El reporte también encontró que estos sesgos y prejuicios pueden desecharse desde el centro educativo y así ayudar a cerrar las brechas. León indicó que, por ejemplo, en el caso de alguna niña o adolescente a la que no le vaya bien en matemáticas o ciencias, se le puede hacer ver que con esfuerzo sí se logran resultados, en lugar de achacar esto a “algo normal de su género”.

“Es impulsar el hecho de que si se trabaja el cerebro aprende habilidades y una chica puede llegar a ser muy buena en matemáticas”, apuntó la investigadora.

Sin embargo, para que esto suceda, el docente debe ser consciente de que esto puede pasar. El Estado de la Educación hizo entonces un acercamiento con las cinco universidades públicas y tres de las privadas que brindan carreras de Educación. Allí encontraron una persistencia generalizada de mitos que se creían ya superados. Uno de ellos está relacionado con que hombres y mujeres nacen con cerebros distintos y por ello las habilidades y formas de aprender son distintas.

“Eso está ampliamente superado en los estudios de neurociencias y de psicología. Cualquier persona con el debido entrenamiento y acompañamiento puede desarrollar cualquier habilidad”, argumentó León.

Los prejuicios, sin duda, influyen al llegar a las aulas a enseñar.

“Sí es cierto que hay algunos docentes que van con expectativas diferentes entre hombres y mujeres. Por eso es importante que los docentes revisen sus sesgos para evitar caer en esos estereotipos al educar. Todos tenemos sesgos, pero sí podemos identificarlos y trabajar con ellos”, subrayó Smith.

Además, el informe encontró, al entrevistar a los educadores y formadores docentes, “sexismos benevolentes”. Ya no se cree que los hombres son mejores que las mujeres, pero sí que las mujeres son mejores en temas creativos, en disciplina y son más ordenadas, y por eso se les dan más labores administrativas.

Los educadores entrevistados dijeron que nunca han recibido formación en cómo descubrir los estereotipos de género ni en cómo abordarlos.

“Las universidades no están formando docentes con habilidades en género y esto, a la larga, termina afectando a los estudiantes en el desarrollo de las habilidades”, afirmó León.

Romero agregó que “desafortunadamente tenemos docentes que sí, creen un poco que los niños pueden ser más aptos que las niñas para ciertas cosas y en la misma aula reflejan eso. Desde ahí empezamos”.

Según Madriz, esto es algo con lo que debe lucharse todos los días desde la formación docente.

“Cuando llegamos a educar a niños y niñas, venimos arrastrando nuestros paradigmas en los que fuimos formados desde la casa. El Estado de la Educación revela esa mirada crítica de ver en qué hemos ido avanzando en temas de diversidad, pero que el tema de género debe reforzarse desde la formación. No es que no exista, es que debe reforzarse, porque a las aulas los futuros educadores llegan ya con sesgos propios de su crianza. Debemos trabajar en eso”, evidenció.

Impacto profesional

En el capítulo VI, el Informe Estado de la Educación señala que en quienes sí estudiaron carreras científicas, las mujeres tienen menor participación que los hombres y los hombres comúnmente consiguen mejores puestos.

Para Chacón, el ser una profesional en ciencias en un puesto de liderazgo sí la ha llevado a enfrentar situaciones en las que se dirigen a sus compañeros, hombres más jóvenes, a la hora de hacer las preguntas, y la terminan observando con sorpresa cuando les corrige y dice que ella es la coordinadora que tiene a cargo la charla o el taller.

Reconoce que esto principalmente se da en zonas rurales, donde los prejuicios de género podrían ser mayores.

Compromiso en el núcleo familiar

Las entrevistadas concluyeron que, aunque el centro educativo es determinante para acabar con estos prejuicios, desde el hogar los adultos deben ir primero reconociendo sus sesgos personales para irlos eliminando. La forma en las que los papás reaccionan ante el aprendizaje de los hijos es determinante en cómo ellos la asuman.

Estos son algunos consejos que dan:

  • No hablar de lo difíciles o “temidas” que son las matemáticas, independientemente de si los escolares son hombres o mujeres.
  • Si hay problemas de aprendizaje, hablar con los docentes. Si está en su posibilidad, pagar clases particulares.
  • Si hay bajas calificaciones en matemáticas, enfatice en que esto no es obstáculo para que lleguen a ser buenos y dominar la materia y a sacar cualquier carrera.
  • Motivar a los menores, desde pequeños, a desarrollarse en lo que les gusta, independientemente del área.
  • No forzar a ningún tipo de carrera, ni por sexo ni por percibir que “ahí es donde está la plata”.
  • Darles juegos educativos o de armar de acuerdo con su edad. “Los juegos de armar usualmente se les dan a niños, entonces claro, para cuando llegan al colegio ellos han armado y desarmado de todo, y las mujeres no, es una desventaja en ellas”, dijo Smith.

“No es que todas las niñas sean científicas, es que los miedos no las alejen a estudiar estas ramas. No podemos quedarnos atrás”, concluyó Smith.