Alumnos luchan contra cansancio para sacar bachillerato de noche

Jóvenes y adultos hacen sacrificio en aras de abrirse más puertas laborales

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Sin conocer de antemano a Diana Hodgson, podía concluirse que sus “achinados” ojos cafés no eran obra de la genética, sino del sueño.

Arrastrando un poco el cuerpo, entró a las aulas del Colegio Nocturno Braulio Carrillo Colina, en Tibás, el miércoles en la noche, luego de pasar el día de pie detrás de la caja en un local de McDonald’s, en el centro de San José.

Ir al colegio de noche, cinco días a la semana y después de una jornada laboral completa, es agotador. Cada mañana, la joven de 23 años se levanta a las 4 a. m. para alistarse e ir al trabajo.

Sin embargo, pocos días son tan demoledores como los de esta semana cuando, entre repasos, carreras y estrés, tiene la oportunidad obtener ese cartón de bachillerato que tantas puertas abre.

De los seis escalones que conforman la evaluación estandarizada, es el examen de Matemáticas, aplicado el miércoles, el más intimidante para los alumnos, quienes saben que es el que más amenaza con tomar su título como rehén.

De cada 100 alumnos que hicieron las pruebas de bachillerato el año pasado, 24 tropezaron con Matemáticas, muy por encima del promedio de reprobación de materias como Español y Cívica, en las que fracasaron menos del 10%.

Quizás por ello, Diana sintió la necesidad de trasnochar aún más de lo normal para realizar una última sesión de estudio.

“Anoche me acosté a las 2. Es muy difícil cuando hay exámenes como estos porque a veces una pide libre en el trabajo, pero no hay nadie que pueda cubrirla”, confesó la joven, quien dejó el colegio hace seis años “por desmotivación”.

Uniformado de azul, con un logo de Ford en su camisa y un bulto del mismo color en la mano, Sebastián Morales llegó al recinto, luego de salir de su trabajo como misceláneo a las 5 p. m. El joven abandonó el colegio en el 2008 sin terminar décimo, frustrado con sus notas.

“Volví porque no estaba haciendo nada por superarme y ha sido muy buena la experiencia. Lo más difícil es salir del trabajo y venir, muchas veces sin comer”, contó el joven de 23 años.

“Me encantan las computadoras, pero no sé si irme por ahí porque dicen que hay mucha mate”, agregó, antes de entrar al aula.

A diferencia de los colegios académicos diurnos, donde predominan los jóvenes estudiantes a tiempo completo, en las instituciones de modalidad nocturna la población estudiantil es más “surtida”, en palabras de Priscila Arce, alumna de 40 años y ama de casa.

Convencida. Priscila dejó de estudiar a los 12 años, cuando empezó a trabajar como empleada doméstica. Casi tres décadas después tiene tres hijos, de los cuales dos ya obtuvieron sus títulos de bachillerato.

“Este fue mi sueño frustrado desde niña, que debido a la pobreza nunca pude cumplir”, relató.

“Me fascina porque uno se integra más a la sociedad, se siente más realizada y el compañerismo que tenemos es excelente”, añadió la mujer, oriunda de San Carlos.

Con un 79% de aprobación en el 2012, el desempeño del Braulio Carrillo en el bachillerato superó con creces el promedio de colegios nocturnos, que rondó el 48%. Este año, 33 de los 42 alumnos de quinto año están haciendo las pruebas.

Según la directora del colegio, Patricia Garro, se hizo un reforzamiento adicional para Matemáticas el sábado de 9 a. m. a 4:30 p. m., y nuevamente el lunes en la noche.

Sin embargo, para combatir los nervios y la resignación, también insistió ante los estudiantes en que, si se quedan en alguna materia, hay múltiples oportunidades a lo largo del año para repetir la prueba. Lo importante es no desistir ante una meta tan cercana, reiteró.

“Mi fe en Dios es que sí voy a pasar, pero, de todas maneras, si no pasara mate, no es el fin del mundo. Ya me atrasé 20 años, me puedo atrasar tres meses para volverlo a hacer”, concluyó Priscila.