Jóvenes y educados en Europa, pero sin empleo

El desempleo en jóvenes llegó a un 56% en España y 57% en Grecia

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Alba Méndez, de 24 años de edad, con una maestría en Sociología, saltó de la cama nerviosa una mañana, se maquilló cuidadosamente y peinó su cabello. Sus manos temblaban mientras agarraba su currículum al salir de la pequeña habitación donde un amigo le permite permanecer sin pagar alquiler.

Tenía una entrevista ese día para un trabajo en un supermercado. No era nada como el tipo de carrera profesional que ella pensó que tendría después de terminar su educación. Pero fue una oportunidad repentina después de una serie de puestos temporales, solicitudes de empleo que no iban a ninguna parte y empleadores que exigían cada vez más que los jóvenes trabajaran largas horas, no remuneradas, antes de algo permanente.

Sus padres le estaban implorando que regresara a casa a las islas Canarias, en España, para ayudar a llevar el negocio de frutas de su padre. Fue una señal de los tiempos, sin embargo, que incluso su propio padre probablemente no sería capaz de pagarle.

“Estamos en una situación que está fuera de nuestro control”', dice Méndez. “En los días malos, es muy difícil salir de la cama. Yo me pregunto: ‘¿Qué hice mal?’”.

Esta pregunta está siendo formulada por millones de jóvenes europeos. Cinco años después de que la crisis económica golpeó el continente, el desempleo juvenil ha aumentado a niveles asombrosos: en setiembre, el 56% en España para aquellos de 24 años o menos, el 57% en Grecia, el 40% en Italia, el 37% en Portugal y el 28% en Irlanda.

Estos son índices de desempleo semejantes a los de la Gran Depresión, en 1930 (una de las peores depresiones de la historia), y no hay ninguna señal de que las economías europeas, apenas saliendo de la recesión, estén cercanas generar los empleos necesarios para llevar a los europeos a la fuerza laboral.

Entrevistas con jóvenes de todo el continente muestran una comprensión de que el sueño europeo del que sus padres disfrutaron está fuera de su alcance. No es que Europa nunca se vaya a recuperar, pero sí que la era de la recesión y la austeridad se ha mantenido durante tanto tiempo que el nuevo crecimiento, cuando llegue, será disfrutado por la generación siguiente.

George Skivalos, de 28 años, regresó a casa de su madre hace dos años en Atenas, Grecia. “Incluso si salimos de la crisis, tal vez en cuatro años, voy a tener 32, y ¿luego qué?”', dijo Skivalos. “'Habré perdido la oportunidad de crecer en una empresa.”

En cambio, muchos en el sur (lleno problemas) están forjando una existencia sencilla por sí mismos en una nueva realidad europea. Deben decidir si quedarse en casa, con la protección de la familia, pero con escasez de trabajo; o viajar a Europa del norte, donde es posible encontrar trabajo, pero es probable que sean tratados como extranjeros. Allí, los jóvenes dicen que compiten por trabajos mal remunerados, temporales.

Sin salida fácil. Para la Unión Europea, abordar esta cuestión se ha convertido en un desafío político, así como económico, en un momento de expansión del descontento populista con el liderazgo en Bruselas y las capitales nacionales.

La Canciller Ángela Merkel, de Alemania, ha llamado al desempleo juvenil “el problema más apremiante que enfrenta Europa”. Merkel viajó a París en noviembre para unirse a otros líderes europeos en la cumbre del desempleo juvenil convocada por el Presidente de Francia, François Hollande.

Los gobiernos renovaron el compromiso para un programa de fomento del empleo con un valor de 6.000 millones de euros a partir del próximo año.

Pero los economistas dicen que es poco probable que el programa en sí mismo ponga más que un vendaje en una herida abierta.

“Esperamos que 2014 sea un año de recuperación”, dijo Stefano Scarpetta, director de empleo, trabajo y asuntos sociales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. “Pero todavía estamos buscando a un gran número de jóvenes que hayan atravesado por un largo período de gran dificultad. Esto tendrá un efecto duradero en toda una generación .”

Un trabajo lejos de casa. Poco después de su cumpleaños 23, hace cuatro años, Melissa Abadía tomó una decisión desgarradora: ella dejaría a su familia en España, donde las consecuencias de molienda de la crisis financiera de 2008 habían hecho imposible asegurar un buen trabajo, y se mudaría a los Países Bajos, donde los empleadores seguían contratando.

“Cuando me subí al avión, estaba llorando”, recordó Abadía, una mujer brillante. “Pero tuve que decidir: ¿Debo luchar por algo en casa que no tiene sentido, o salir de allí y hacer una vida para mí?”

A pesar de cinco años de formación en enfermería en su ciudad natal, Castellón de la Plana, en el este de España, ahora trabaja en un almacén sin ventanas en Ámsterdam organizando bolsas, calcetines y otros accesorios en una tienda de ropa.

“Por supuesto, odio el hecho de que tengo que hacer esto”, dijo, hablando en tono sombrío. “Dejar tu país debería ser una decisión, no una obligación”.

Después de encontrar solo prácticas de enfermería no remuneradas y un trabajo temporal en un club nocturno en España, Abadía recorrió todo el Internet buscando trabajos en el norte de Europa, más próspero. Tras rebotar en varios trabajos, encontró un empleo como supervisora de almacén.

“Si no arreglan las cosas, van a perder un par de generaciones de gente inteligente y joven”, Abadía dijo mientras hablaba con unos amigos. “Y entonces, ¿qué va a pasar con el país que quedó atrás?”